Una palabra tuya bastará para sanarme

{ martes, 24 de agosto de 2004 }
Acuso recibo de mi bíblico título, pero considero que es el único adecuado para condensar las implicancias del tema que quiero exponer hoy.

Me pongo seria por un momento y reflexiono: ¡Qué fuerza tiene el poder de la palabra!. Un abrazo nos hace sentir protegidos, pero esa protección puede ser ilusoria en tanto podemos ser abrazados por quien busca lastimarnos. Una mirada - "Los ojos son el espejo del alma" - puede acercarnos un poco al Universo inexpugnable que se esconde tras la piel del ser querido, pero no existen certezas: tenemos la mala costumbre de interpretar lo que sentiríamos nosotros, en vez de preguntarnos lo que sentiría el otro (La diferencia es quizás muy sutil, pero creo que me explico claramente). En estos días me he escuchado a mí misma repetir hasta el cansancio una frase de mi propia autoría (o al menos eso creo... si perteneciera a algún célebre filósofo, autor y/o compositor y por algun motivo se hubiere instalado en mi subconsciente como propia, ruego me lo avisen) que, creo, expresa bastante bien la frustración de quien ama con locura: "El amor sólo llega hasta donde empieza la piel del otro". Esas mariposas que habitan nuestro estómago, esa energía que nos impulsa a abrazar con desesperación, esa sensación de desconcierto que provocan los intensos besos del ser amado y hasta la fuerza que nos recorre en el momento cúlmine de la intimidad... quedan encerradas dentro de la prisión de nuestro cuerpo y nos hacen lamentar la veracidad del viejo adagio de la Física: "La materia es impenetrable". Nunca podremos hacer que el otro sienta en carne propia lo que nosotros sentimos. Podemos confiar - por comodidad del mero convencionalismo - en que sentirá lo mismo dentro suyo y comprenderá lo que nos pasa... pero ¿qué pasaría si el azul que yo veo no fuera el mismo que ves vos? ¿y si lo que yo conozco como azul, se ve verde a través de tus ojos?. No existen certezas en el ámbito de las percepciones. Nos limita la barrera insoslayable del propio ser... y nos angustia, nos destruye, nos carcome. Y entonces está la palabra, echando un manto de piedad sobre nuestras noches de insomnio. Si te digo "Te amo", no importa si lo digo porque siento mariposas en el estómago o cocodrilos en los pulmones. Te amo... y eso lo explica todo. Sé que estarán pensando que eso también es un convencionalismo... pero coincidirán conmigo en que no hay nada de convencional en la expresión citada. No es convencional ni cómodo transformar la denotación de dos palabras en un aluvión de connotaciones. Es una forma de permeabilizar nuestra piel, de abrir una ventanita directo al alma, de explicar lo que no puede ser explicado ni descripto. Es cierto, las palabras no alcanzan para resumir los sentimientos y sensaciones que nos recorren... o quizás si. Quizás, si somos sinceros y empleamos esta herramienta con nobleza, podremos abrir con la mente lo que nos está cerrado por el cuerpo. Estamos acostumbrados a usarla de manera equivocada. Si me decís que me querés, decímelo en serio. Si vas a insultarme, asegurate de hacerlo porque sentís VERDADERAMENTE la necesidad. Si vas a abrir la boca, asegurate de que lo que salga de ella provenga de tu corazón y no de tu cabeza.

Soy partidaria acérrima de la "Honestidad brutal". No me mientas para protegerme... me estarías subestimando. No me mientas para protegerte... estarías desconociendo las consecuencias de tus actos. No me mientas.

Parafraseando al poeta... construí con tus palabras un puente indestructible, que una tu alma con la mía y que deje que mi amor llegue más allá de los límites de tu anatomía. Dejame entrar en tu alma, como yo te dejo entrar en la mía: con sinceridad, con respeto y sin orgullos innecesarios.

Esto que digo no es aplicable solamente a nuestro "significant other", sino también a nuestros amigos, a nuestra familia y hasta a nuestros enemigos. Las palabras resuelven pleitos, achican diferencias, calman el llanto, destierran la angustia, enamoran, hieren, destruyen, acompañan, enseñan, separan, concilian y matan.

Por eso les digo, TE digo... si aceptás mi desafío, si te abrís, y compartís sinceramente conmigo la revolución que se gesta dentro tuyo, la vida será más fácil, porque podremos desterrar la suposición y las dudas en pos de las certezas. Y entonces sí, una palabra tuya bastará para sanarme.

0 comentarios: