jueves, 29 de julio de 2010

El oso libidinoso.




























Obra de hermosa factura, fruto de la mano de Alberto Barral cuya impronta urbana recogió oportunamente Cachoito De Lorenzi. Quizá es conocido el porqué la escultura no tuvo emplazamiento fijo hasta que transcurrió un prolongado lapso desde su ejecución: destinada a ornamentar el Puente Antártida, en la inminencia de la inauguración fue rechazada por una alerta in extremis sobre el hecho que en ese continente no habitan úrsidos.
Allí comenzó un ignominioso peregrinar de la mole pétrea por diversos puntos de la ciudad.
Nos relata Mariano Cognini que permaneció bastante tiempo en el Parque Sarmiento, donde las meretrices con escasos clientes expresaban su frustración al final de la jornada con el sarcasmo “no levanté ni el oso”. Esta frase ha quedado incorporada en el habla cotidiana local, ignorando algunos su origen.
Será también el responsable del bautismo de la famosa cueva, refugio de amantes furtivos?

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