No había pasado mucho tiempo....Pareciera más bien que se detuvo.
Los minutos se convirtieron en días y los segundos en horas interminables que la ataban aún más a su pasado.
Era una noche clara, una noche de luna llena la que le hacía compañía en estos momentos de soledad, de quietud y de calma.
Atisbaba un entusiasmo poco usual en su corazón. Y a pesar de los miedos, y las sombras que acechaban en cualquiera de sus pensamientos más íntimos, sentía que su corazón empezaba a latir a destiempo y seguía brindándole ese entusiasmo que solo podía recordar en una época muy remota.
Incluso en sus sueños aparecían vestigios de esa niñez tan lejana.
Hoy quería recordarla, esos años de su infancia, una vida tranquila, sin prisas, en el pequeño pueblo que la vio nacer, con sus calles estrechas y empinadas. La gente de siempre, las mismas caras. Personajes como mamá “Ocha”, una mujer tan excepcional...pero a ella le dedicaría un capitulo especial en otra ocasión.
Esos ratos de juegos interminables en el patio de casa. Las escapadas al río con su hermana mayor y su primo. Donde jugaban a saltar de piedra en piedra de una orilla a otra y que siempre acababa con el agua hasta las rodillas y con la correspondiente regañina por parte de su madre.
Siempre fue una niña solitaria. Su juego preferido era encerrarse en la parte de atrás de casa (un antiguo corral) y allí se pasaba horas y horas con sus muñecas jugando a las casitas.
Su hermana Mari luz a veces jugaba con ella pero no a ese tipo de juegos Mari Luz era más traviesa e inquieta y disfrutaba jugando al elástico, a la pelota. También le encantaban las muñecas recortables, que guardaba celosamente en cajas de zapatos.
Recordaba sus primeros contactos con los libros. En casa no había nada más que una Biblia y algunos libros muy viejos del bisabuelo, guardados en un baúl aún más viejo. Le gustaba ir a escondidas a esa habitación que en el fondo le inspiraba cierto miedo. A lo más que llegaba era a abrir el baúl y a observarlos con los ojos muy abiertos, y después salía de allí disparada, como si de un delito se tratase, como si hubiese cometido una osadía con perturbar las cosas de los muertos. Mari Luz también huía de ese lugar pero más por miedo a encontrarse alguna culebra enroscada entre ellos.
Una mañana de invierno, el alguacil Goyo (apodado así por el personaje de “Crónicas de un pueblo”) daba la noticia a voces, atrayendo la atención de todos con su trompetilla que sonaba de lo más desagradable, pero lo que siempre significaba algún evento de importancia para todos los vecinos. Ese día con su aspecto diminuto, flacucho y con sus piernas zambas, daba la noticia de que esa misma tarde llegaría por primera vez el bibliobús escolar al pueblo y que todos los niños estaban invitados a visitarlo y a hacerse con algún libro. Era la primera vez que Catalina oía esa palabra bibliobús y a las 4 en punto estaba con su hermana en el lugar acordado esperando la llegada de ese autobús tan especial.
Eran muchos los niños que esperaban en la carretera, la salida del pueblo, justo frente al bar de “Pepe Juanete”.
Todos hacían cola, una fila tan ordenada como la que hacían cada mañana para entrar a la escuela...Catalina y Mari Luz eran de las primeras. Todos miraban casi sin pestañear hacía la curva por donde debía aparecer.
Oyeron la bocina y la algarabía se apoderó de todas esas caritas diminutas que esperaban ansiosos la novedad.
Era un autobús blanco con un gran cartel donde se podía leer “BIBLIOBUS ESCOLAR”
Se abrieron las puertas y apareció un señor mayor que con una sonrisa de oreja a oreja invitó a pasar de 4 en 4 a los niños.
Las dos hermanas entraron en el primer grupo, cuando se encontró allí dentro pudo observar estanterías a cada lado y repletas de libros, libros nuevos que nada tenían que ver con los del baúl del bisabuelo.
Miraba ensimismada, absorta, sin saber por donde empezar. Su hermana eligió “pregúntale a Alicia”, y ella se decidió por uno de Ana María Matute, (nunca podría olvidar ese libro a pesar de haber pasado tanto tiempo) :
“Acababa de cumplir diez años cuando me llevaron con los abuelos, a la casa de las montañas. Primero hicimos un viaje muy largo, que duró cerca de tres días. Tuvimos que coger dos trenes, y al final (después de tomar café con leche en un bar al lado de la estación, de madrugada, con un frío muy grande), llegó el autocar, pintado de azul, que llevaba a las montañas”.
Lo eligió por varios motivos, el primero porque le gustó el dibujo que tenía en la portada y porque era el nombre de una niña. Además rimaba con el suyo...Paulina, Catalina.
De regreso a casa, lo miraba con sumo cuidado, como si de un valioso objeto se tratase.
Esa noche se metió de lleno en la historia de esa niña que había sido enviada con sus abuelos a un pequeño pueblo, parecido al suyo. Desde ese momento descubrió el poder que tenían los libros, como era posible viajar con la mente a cualquier lugar.
A partir de ese viernes, Catalina y Mari Luz no faltaron a su cita con ese autobús blanco, amarillento desgastado y lleno de bellas historias...
Han pasado más de 40 años y aún recuerda con sumo agrado esos momentos que pareciera acababa de rescatarlos de su memoria olvidada.
Los minutos se convirtieron en días y los segundos en horas interminables que la ataban aún más a su pasado.
Era una noche clara, una noche de luna llena la que le hacía compañía en estos momentos de soledad, de quietud y de calma.
Atisbaba un entusiasmo poco usual en su corazón. Y a pesar de los miedos, y las sombras que acechaban en cualquiera de sus pensamientos más íntimos, sentía que su corazón empezaba a latir a destiempo y seguía brindándole ese entusiasmo que solo podía recordar en una época muy remota.
Incluso en sus sueños aparecían vestigios de esa niñez tan lejana.
Hoy quería recordarla, esos años de su infancia, una vida tranquila, sin prisas, en el pequeño pueblo que la vio nacer, con sus calles estrechas y empinadas. La gente de siempre, las mismas caras. Personajes como mamá “Ocha”, una mujer tan excepcional...pero a ella le dedicaría un capitulo especial en otra ocasión.
Esos ratos de juegos interminables en el patio de casa. Las escapadas al río con su hermana mayor y su primo. Donde jugaban a saltar de piedra en piedra de una orilla a otra y que siempre acababa con el agua hasta las rodillas y con la correspondiente regañina por parte de su madre.
Siempre fue una niña solitaria. Su juego preferido era encerrarse en la parte de atrás de casa (un antiguo corral) y allí se pasaba horas y horas con sus muñecas jugando a las casitas.
Su hermana Mari luz a veces jugaba con ella pero no a ese tipo de juegos Mari Luz era más traviesa e inquieta y disfrutaba jugando al elástico, a la pelota. También le encantaban las muñecas recortables, que guardaba celosamente en cajas de zapatos.
Recordaba sus primeros contactos con los libros. En casa no había nada más que una Biblia y algunos libros muy viejos del bisabuelo, guardados en un baúl aún más viejo. Le gustaba ir a escondidas a esa habitación que en el fondo le inspiraba cierto miedo. A lo más que llegaba era a abrir el baúl y a observarlos con los ojos muy abiertos, y después salía de allí disparada, como si de un delito se tratase, como si hubiese cometido una osadía con perturbar las cosas de los muertos. Mari Luz también huía de ese lugar pero más por miedo a encontrarse alguna culebra enroscada entre ellos.
Una mañana de invierno, el alguacil Goyo (apodado así por el personaje de “Crónicas de un pueblo”) daba la noticia a voces, atrayendo la atención de todos con su trompetilla que sonaba de lo más desagradable, pero lo que siempre significaba algún evento de importancia para todos los vecinos. Ese día con su aspecto diminuto, flacucho y con sus piernas zambas, daba la noticia de que esa misma tarde llegaría por primera vez el bibliobús escolar al pueblo y que todos los niños estaban invitados a visitarlo y a hacerse con algún libro. Era la primera vez que Catalina oía esa palabra bibliobús y a las 4 en punto estaba con su hermana en el lugar acordado esperando la llegada de ese autobús tan especial.
Eran muchos los niños que esperaban en la carretera, la salida del pueblo, justo frente al bar de “Pepe Juanete”.
Todos hacían cola, una fila tan ordenada como la que hacían cada mañana para entrar a la escuela...Catalina y Mari Luz eran de las primeras. Todos miraban casi sin pestañear hacía la curva por donde debía aparecer.
Oyeron la bocina y la algarabía se apoderó de todas esas caritas diminutas que esperaban ansiosos la novedad.
Era un autobús blanco con un gran cartel donde se podía leer “BIBLIOBUS ESCOLAR”
Se abrieron las puertas y apareció un señor mayor que con una sonrisa de oreja a oreja invitó a pasar de 4 en 4 a los niños.
Las dos hermanas entraron en el primer grupo, cuando se encontró allí dentro pudo observar estanterías a cada lado y repletas de libros, libros nuevos que nada tenían que ver con los del baúl del bisabuelo.
Miraba ensimismada, absorta, sin saber por donde empezar. Su hermana eligió “pregúntale a Alicia”, y ella se decidió por uno de Ana María Matute, (nunca podría olvidar ese libro a pesar de haber pasado tanto tiempo) :
“Acababa de cumplir diez años cuando me llevaron con los abuelos, a la casa de las montañas. Primero hicimos un viaje muy largo, que duró cerca de tres días. Tuvimos que coger dos trenes, y al final (después de tomar café con leche en un bar al lado de la estación, de madrugada, con un frío muy grande), llegó el autocar, pintado de azul, que llevaba a las montañas”.
Lo eligió por varios motivos, el primero porque le gustó el dibujo que tenía en la portada y porque era el nombre de una niña. Además rimaba con el suyo...Paulina, Catalina.
De regreso a casa, lo miraba con sumo cuidado, como si de un valioso objeto se tratase.
Esa noche se metió de lleno en la historia de esa niña que había sido enviada con sus abuelos a un pequeño pueblo, parecido al suyo. Desde ese momento descubrió el poder que tenían los libros, como era posible viajar con la mente a cualquier lugar.
A partir de ese viernes, Catalina y Mari Luz no faltaron a su cita con ese autobús blanco, amarillento desgastado y lleno de bellas historias...
Han pasado más de 40 años y aún recuerda con sumo agrado esos momentos que pareciera acababa de rescatarlos de su memoria olvidada.
3 comentarios:
¡Que bella historia !que bien narrada y cuantos sentimientos y recuerdos me evocan cada una de las frases que has escrito .que decir de mama "ocha",es verdad que necesita un "post " para ella sóla,al igual que otros personajes,que como si de una novela se tratase,necesitarian capítulos para cada uno de ellos,es por eso que te animo a que continues contando esas historias llenas de tanta vida!
La verdad es que ,Catalina y M.Luz,se ilusionaban con todo,y no necesitaban tantas cosas como por ejemplo los niños de ahora para pasarlo bien.Es verdad que M.Luz ,era mas inquieta que Catalina,la comba,el elásico,el juego del piso...y no se si te recuerda algo el "yuti boty"..¡menudo trauma,ella esperando a que los Reyes Magos se lo trajeran ycuando esa mañana mágica se despertó lo vio ¡ Que ilusión!,pero que poco le duró!Esa bola (tipo balón que botaba)con una agarradera vertical para subirse y lógicamente dar botes..claro que "pa"vivir en un sitio sin cuestas ,pero ella muy decidida y sin pensar como niña que era en la posible corta vida de aquel "artilugio",no tardó en tirarse por la cuesta con él,..así que ese juguete k tanto esperó duró lo k tardó en bajar la cuesta,porke se pinchó....uf!,mientras Catalina disfrutaba de sus Reyes ,un muñeco "Toribio",k tomaba "chupa chups"...Eran los Reyes de la abuela d Barcelona siempre tan esperados x las dos.
Que bonito lo del río,anda k la k luego liaba "tita Pura",cuando las niñas llegaban con los pies mojados del rio ,xk mas les reñía ella k la madre.Oye!Lo de la culebras ni nombrarlo uuuuuh k yuyu!,pero no se puede olvidar la ilusión del "Bibliobus",.Creo k el libro k M.Luz eligio era un tanto fuerte para su edad ,pero claro,como k pensaria al ver el nombre d Alicia,quizá en "Alicia en el país de las maravillas",pero se encontró con una historia muy distinta e impactante....!Tampoco tuvieron a nadie k las orientaran en sus lecturas (como ahora nuestros hijos ),todo era tan distinto!.Aunke cuando iban a Malaga ,iban a la libreria Denis ¡llena d cuentos colgados con pinzas!,y allí elegian sus cuentos con un entusiasmo!,si esa libreria sigue,dímelo !
Bueno ,decirte k la historia de estas niñas tiene tela,sigue escribiedo y contando ese "Wonderful World",k tan bien has elegido como musica d fondo ,pues era eso ,lo k dice Louis Amstrong"Un mundo maravilloso".
Catalina y M.Luz ,esas 2 hermanas han vivido juntas muxos momentos bonitos y aunke ahora cada una tenga su vida, SIEMPRE seguirán juntas en la distancia y apoyandose .Un beso muy gande desde Cadiz.Te kiere tu hermana, PURI.
P.D.Espero respuesta y espero otra historia con impaciencia!(es genial escribir esto oyendo esta canción dentro d mis "Prefes",con mayuscula k no desmerece nada a Vivaldi cada uno en su estilo,me kedo con Amstrong ,I´am sorry!.
Hace tiempo os dije que en vuestro pueblo había una fuerza y vida, que en muchos casos el "Realismo mágico" del área Caribe se quedaba corto. La historia que contaba tu padre, de los guerrilleros bajando muertos a lomos de las bestias, conducidos por la guardia civil, desde las faldas de la Sierra Tejeda...; mientras en la casa de la Tía Pura se oía en una cálida noche de verano, la música del acordeón, con las fuerzas vivas del pueblo bailando y corriendo el vino dulce. Al tiempo que los niños miraban por la tapia. Hay tanta vida, que Macondo se queda corto.
Reconozco que tu texto de ahora, y el de mi predecesora "Anónonima" en el comentario, me han emocionado.
La verdad es que me evoca la frase de Günter Grass, cuando indicaba "que no hay en el mundo nada más hermoso que un niño leyendo".
Habeis tenido mucho valor y mucho coraje, verdaderamente se cumple en vosotras la frase del título del magnífico libro de Vere Gordon Childe, de "Man makes himself". Sólas, prácticamente sin orientación, habeis luchado y aprendido. Y siempre con ilusión.
Que siempre os quede el "Bibliobus", como esperanza de ese magnífico mundo de sueños infantiles y esperanzas de un mundo mejor, en un ambiente, que dentro de su añoranza, era muy sórdido, con el recuerdo en la memoria de tantos emigrantes, los ecos de una guerra fraticida y "tanta miseria" material y moral.
Pero dentro de esas sombras y aspecto gris de la época, vuestra ilusión de niñas sanas resulta magnífico. ¡Que pena! el caso de la niña del yuti boti, cuanto lo lloró. En verdad no habían pensado sus creadores en los pueblos del Maláguide pizarroso de Andalucía como aplicación práctica.
Pero sí resulta hermosa la escena de las dos hermanas en la carretera, con la ilusión de leer y aprender.
Os deseo para el futuro y la vida, que nunca ¡perdais esa ilusión!
Un abrazo de tu cuñado Pepe.
Holaaaaaaaa!Que no sale mi nombre!,de nuevo ANONIMO!pero me alegro porque Pepe ,que se ha hinchado de reir despues a el tambien le sale ANONIMO ..ja ja ja ,¡no! ¡si ya lo dice el refran "Quien se alegra del mal del vecino ,el suyo le viene de camino".ja.ja.ja....Aver si ahora sale mi nombre.
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