sábado, 10 de junio de 2006

El Reposo del Guerrero

Christiane Rochefort (1917-1998): Le Repos du Guerrier (1958)
Un libro sobre la interminable estupidez humana. Hace años me decía que en el sexo y en la guerra se manifestaba más nítidamente el animal humano. Era un comentario ingenuo y arrogante, pero temo que acertado. Geneviève descubre el sexo con Renaud, a quien accidentalmente ha salvado del suicidio. A ese encuentro fortuito de carnalidades, decide llamarle, por lo inédito, amor. Se obsesiona con el personaje alcohólico, perverso y perdido que la humilla por no ser más que una pequeñoburguesa confundida. Efectivamente, Renaud está más allá de la pueril comprensión de Geneviève, ella simplemente se arrastra ante un farsante que no puede con su propio cinismo. Pero, en medio de esa orgía de excrementos y excreciones que suele ser el llamado amor, Rochefort, más que del descanso de un guerrero mediocre que se retuerce en su malograda existencia, nos habla durante algunas páginas del otro Renaud, un animal ingenuo y vital, feliz: Renaud resuena en Raphaële, una hermana con quien se entrega a la ebriedad de estar vivo sin metafísicas ni dolores. Juegan juntos en el campo durante páginas y días, sin enamorarse, sin trocar los fluídos de sus cuerpos, pero condenados por estar jugando a ser niños. Les llaman adentro, sus respectivas parejas deciden que todo acabe.
En ese otro amor sin babas leí la verdadera tragedia de esta historia. Ese vínculo que ninguno, ni Raphaële ni Renaud, intentan salvar del mundo. Geneviève se preña de Renaud y así obtiene el ser que anhela, un Renaud sobre el cual imponerse definitivamente, al cual redimir de sus pecados y sus obsesiones. Y Renaud marcha a internarse, ha terminado por creer que no es sino el personaje que una vez quiso suicidarse, que no es sino el pretexto para las babas redentoras de Geneviève. Y el libro acaba.

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