viernes, noviembre 28, 2008

(Algunos de) Nosotros...

que nos queremos tanto: veintiún apuntes al vuelo



Nosotros que nos queremos tanto. Poesía contemporánea de México, El billar de Lucrecia-Secretaría de Cultura de Colima, México, 2008. (Por orden de aparición, los nombres incluidos en el volumen son: Ernesto Lumbreras, Carla Faesler, León Plascencia Ñol, Minerva Reynosa, Rodrigo Castillo, Julián Herbert, Víctor Cabrera, Amaranta Caballero, Luis Felipe Fabre, Mónica Nepote, Sergio Ernesto Ríos, Rocío Cerón, Ángel Ortuño y José Eugenio Sánchez).

1. “Atiéndeme: quiero decirte algo/ que quizás no esperes/ doloroso, tal vez”…

2. Pero no me corresponde a mí juzgar con severidad un libro en el que accedí a participar con unos cuantos poemas. Me limitaré, entonces, a dar unos cuantos comentarios, algunas notas que fueron surgiendo durante mi lectura, nada crítica ―porque soy, a lo mucho, un lector medianamente atento. No un crítico, un criticón― de Nosotros que nos queremos tanto.

3. Empezaré de nuevo, entonces, parafraseando la célebre consigna de Andy Warhol según la cual “en el futuro todos tendremos 15 minutos de fama”. Yo digo que, el día menos pensado, todos estaremos en una antología.

4. Como ninguna otra generación, la nuestra, la de los nacidos a partir de los años 70 del, ¡ay!, siglo pasado, ha hecho de las antologías su medio más eficaz no sólo de difusión sino de contacto entre pares de distintas regiones geográficas, ya no digamos del orbe, el continente, el hemisferio o el país: gracias a unas cuantas, yo he conocido estupendos poetas de Cuautitlán, Naucalpan y la colonia Roma, y hasta uno que vive por mi casa.

5. También, ante la insuficiencia de sellos enfocados a la edición de poesía —al menos frente al número cada vez más creciente de poetas—, lo mismo que ante la actitud muchas veces reacia de los ya existentes para publicar algún libro de cierto poeta joven y/o desconocido, las antologías, muestras o panoramas —incluso, o por eso mismo, las que circulan en línea— han terminado por convertirse en el primer canal de comunicación de los noveles aedas con el mundo.

6. Algunas citas a propósito: "[...] en un futuro no muy lejano, las editoriales sólo publicarían antologías, ese territorio natural para un género tan poco popular [...]." "Antes mis estados de ánimo dependían de las mujeres; ahora dependen de los antologadores." "Pertenecer a una compilación es como ser invitado a una orgía [...]; no sabes quién demonios estará a tu lado." "Ser antologado es recibir una etiqueta; 'quizás mucho mejor que andar desetiquetado por la vida'." Eduardo Huchín Sosa, "El ensayista que no quería citar y otras historias".

7. A falta de un directorio poético, consulte la antología más a mano. Esta misma, por ejemplo.

8. Pero ésta no es una antología, no en el sentido de un florilegio en el que pueda o deba encontrarse lo más granado de tal corriente poética, cuantimenos de una generación de autores. Nosotros que nos queremos tanto es menos y acaso más que eso: es una compilación o, mejor, un muestrario nacido de los entrañables aunque poco ortodoxos y siempre cuestionables criterios del afecto, la amistad, el cariño, la admiración o el asombro desmedidos. En este sentido, podría decirse que Nosotros… es lo mismo un capricho que una provocación, una muestra de honestidad lo mismo que de petulancia selectivas, una atinada nómina de nombres y poemas o un ostensible desatino.

9. O sea: una marmita en la que se mezclan (muchas veces en la muestra de un mismo autor, incluido, cómo no, el de la pluma) lo contenido y lo incontinente, lo notablemente madurado y lo notoriamente inmaduro, lo grandioso con lo grandote (Ibargüengoitia dixit), la gimnasia con la magnesia.

10. Mal hará quien consulte este volumen como un libro canónico. Mal hará quien crea que se trata solamente de una broma. Para decirlo en la jerga priísta de la década que vio nacer a la mayoría de sus invitados: Nosotros que nos queremos tanto no es ni una cosa ni la otra, sino todo lo contario.

11. Tampoco se lea como la antología de una mafia o un grupo de amigos. Los aquí presentes no somos mafiosos, no organizamos juegos de apuestas ni extorsionamos a nuestros deudores (somos, se dice, poetas, por lo que ni siquiera creo que tengamos deudores). No nos concedemos premios ni nos los quitamos. Vaya, ni siquiera somos amigos. No todos, quiero decir. O sea que tampoco nos queremos. O no tanto. O sí, pero no todos ni con la misma intensidad. O lo que sea.

12. Como dijo Groucho Marx: “Nunca pertenecería a un club que me admitiera como socio”.

13. En lo que a mí concierne, puedo decir que aunque conozco personalmente a la mayoría de estos poetas, a algunos solamente los he visto en una o dos ocasiones, insuficientes para establecer algún lazo afectivo fincado más allá del brindis y/o el abrazo etílico. Sin embargo, a algunos de ellos los he leído atentamente, con alegría, azoro y envidia de la peor, que es la única. A otros, no. A unos, a pesar de no compartir con ellos una visión poética o estilística, o acaso por eso mismo, les guardo una admiración y un respeto absolutos. Por otros siento una especie de afecto totalmente sincero. Unos ni fu ni fa. A unos cuantos más me acerca una amistad que, aunque reciente, debo confesar como ya entrañable.

14. Y, justamente porque éste es, como los lectores podrán comprobarlo, un libro nacido de la amistad antes que del juicio estético, del cariño y/o la empatía poéticas que algunos de nosotros sienten por otros de nosotros, me extraña ―y me acongoja, no tanto por él, a quien el asunto debe de tenerlo sin cuidado, sino por mí, que me declaro un entusiasta lector de sus versos― la ausencia en estas páginas del que considero uno de los poetas más notables nacidos en los 1970: Hernán Bravo Varela.

15. Soy un viejo. Ya lo era a los 18 años. A los 11 mis compañeros de la primaria ya me habían endilgado un mote proverbial: El Abuelo. Un año después, un jueves de septiembre, miré cómo mi escuela, y con ella mi infancia, se venían abajo. Digamos que terminé de envejecer. Entonces, y aunque aún me sorprenden ciertas cosas, ya no me sorprendo fácilmente. Tampoco es que haya visto demasiado; apenas lo justo para saber que no me emocionan las onomatopeyas, los retruécanos y los jueguitos sonoros carentes de sentido. La celebración de los sonidos y la orgía de los vocablos puestos en la página nomás porque así se oyen bonito.

16. Son otras cosas las que, no obstante, me impresionan: el mar, el silencio repentino, la relatividad del tiempo y el espacio, lo absoluto del amor y del deseo, algunos paisajes olvidados que regresan de repente, las reliquias con que a veces volvemos del sueño, los seres terrenos y los objetos voladores… Los objetos, no su enunciado.

17. Pero, como bien escribe Ángel Ortuño (a quien conozco y quiero y admiro tanto): “Puede uno aficionarse a impensables ruiditos”.

18. Unas cuantas poéticas sacadas de este sombrero: “no hablo con la cabeza/ no creo en la cabeza” [Sergio Ernesto Ríos]; “y king kong ya no es kate moss:/ frivolidades” [Minerva Reynosa]; “lo extraño es/ que no estando alguien/ ni nada,/ pueda mirarse el fondo,/ en las pupilas,/ de nuestra estancia” [Rodrigo Castillo]; “Nunca te enamores de este/ polvo enamorado […]/ […] Nunca te enamores/del soneto de otro.” [Julián Herbert]; “el árbol no es […] la suma de sus ramas sino el espacio que en el fondo lo sostiene./ Imaginar el bosque en medio de la nada.” [Víctor Cabrera] “Tú/ le vales madre” [Amaranta Caballero] “¿Al canto le sigue el silencio o le sigue otro canto?” [Luis Felipe Fabre]; “Donde mi dedo apunta/ algo se fractura” [Mónica Nepote]; “uno siempre es el mismo/ los de alrededor son los que cambian” [José Eugenio Sánchez].

19. Algunos nombres para la Antología mexicana de mis afectos poéticos: Bernardo de Balbuena, Carlos de Sigüenza y Góngora, Juana de Asbaje, Manuel Maples Arce, Gilberto Owen, Pita Amor, Eduardo Lizalde, Francisco Hernández, David Huerta, Coral Bracho, Fabio Morábito, Jorge Esquinca, Jaime López, El Uyuyuy, El Cucurrucucú y El Mastuerzo, Francisco Martínez Negrete, Tedi López Mills, Luis Ignacio Helguera, Gloria Trevi, Luis Vicente de Aguinaga, Alejandro Tarrab, Luis Paniagua, Eduardo Uribe, Daniel Saldaña París y los que no mencioné.

20. Los que se quedaron fuera: Fher y Alex de Maná, Marco Antonio Solís, Fernando Delgadillo, Reyli, Aleks Syntek, Saúl Hernández, Ricky Luis y todos los demás

21. “No es falta de cariño/ los quiero con el alma/ les juro: los adoro/ y en nombre de este amor y por su bien/ les digo adiós.”

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Leí (y canté) estas palabras en la presentación del volumen celebrada en la Feria Internacional del Libro Universitario de Jalapa, en septiembre pasado. Ahora salen publicadas a manera de (anti)reseña en el número 152 de la revista Punto de Partida, que incluye un dossier de nueva novela italiana, además de ensayos de Rafael Toriz y Rodrigo Martínez y poemas de Luis Vicente de Aguinaga y Federico Díaz Granados, a quienes (¡cómo chingados no!) también quiero tanto.

jueves, noviembre 27, 2008

Recuerdos de Colima

En compañía de mi amiga Rocío Cerón y de su simpatiquísimo Ehitel, estuve el fin de semana pasado en la verdísima y apaciblemente cálida ciudad de Colima, invitado al Festival de Poesía de aquella capital por la Secretaría de Cultura del estado y, de manera más específica, por su joven director de Fomento a la Lectura, Esaú Hernández, a quien agradezco su hospitalidad proverbial y todas las atenciones que de él recibimos: jamás olvidaré los camarones al aguachile, el ponche de pasiflora, el pozole de maíz colorado ni la soberbia birria preparada por la mamá de nuestro anfitrión en el rancho Los tres pitayos.

El sábado por la noche, en la plaza principal, Esaú organizó lo que él denominó un "encontronazo" poético en el que un trío huasteco improvisaba versos sobre un tema sugerido por la gente para, acto seguido, ceder el turno a la improvisación de los poetas. Pongo aquí, además de algunas fotos de esos días, las rimas que me salieron en ese encontronazo. (El título de cada coplita proviene del tema propuesto por el público).


La vida

Señores, yo de la vida
sé bastante poca cosa:
a veces es muy movida
y a veces medio tediosa.

Por vivir nadie te paga
por morir todos te cobran.
Me lo dijo una biznaga:
"Pa' cantar pretextos sobran".

Juanita

Me preguntaron ayer
quién era la más bonita:
si Micaela o Esther,
si Verónica o Rosita.

"Y yo qué voy a saber",
contesté a la curiosita:
"Para bailar y co... mer
la que me gusta es Juanita".

Ausencia

En este invierno caliente
mi vida cuánto te extraño,
tu ausencia bien que se siente
en la cocina y el baño.

La rosa

Y qué decir de la rosa
si ya todo lo dijeron
los huastecos: ¡me jodieron!
A otra cosa, mariposa.


(En la primera imagen: Esaú, Víctor y Rocío. Enmedio: Rocío y yo, en un "periodicazo" del Milenio colimense. En la tercera, flanqueado por E y R, salgo declamando vaya usted a saber qué cosa.)

jueves, noviembre 13, 2008

Ya salió

el Anuario de poesía mexicana 2007, editado por el Fondo de Cultura Económica. En esta ocasión la selección de poemas publicados en revistas, periódicos, suplementos y pasquines de circulación nacional durante el año pasado correspondió a Julián Herbert, quien en su prólogo a esa selección explica:
Decidí romper una regla de los anuarios anteriores: incluyo textos ―de Luis Jorge Boone, Víctor Cabrera, Óscar David López y Jorge Fernández Granados― que han aparecido ya en los libros más recientes de sus respectivos autores. Obras publicadas en el segundo semestre de 2007. Mi razón es simple: la distribución y consumo de productos editoriales en México es tan pobre que tal vez no esté de más abrir a estos poemas un segundo nicho.
Efectivamente: no está de más, y por supuesto se agradece.
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Julián Herbert (selección y prólogo), Anuario de poesía mexicana 2007, FCE, México, 2008.

El volumen reúne 81 poemas de sendos autores, entre ellos: Luis Vicente de Aguinaga, Luis Jorge Boone, Hernán Bravo Varela, Rodrigo Castillo, Carlos Vicente Castro, Rocío Cerón, Jorge Esquinca, Jorge Fernández Granados, Maricela Guerrero, Ernesto Lumbreras, Fabio Morábito, Ángel Ortuño, Luis Paniagua, Omar Pimienta, Blanca Luz Pulido, María Rivera, Daniel Saldaña, Alejandro Tarrab, Daniel Téllez, Julio Trujillo , Sara Uribe y Gabriel Zaíd.

Perteneciente al libro Signos de traslado, mi poema "Cantar del inquilino", seleccionado para dicho anuario, fue colgado en este blog en agosto de 2007.

domingo, noviembre 09, 2008

Imagen del puerto


A Diana en Veracruz

Justo al final del malecón, donde el mar ya no es mar sino una caldeada orilla de aceite y agua, los niños flotan sonrientes, delgados y oscuros como culebras morenas. Desde allí devuelven el saludo al público que arriba agita los brazos y los injuria en franco son de paz.

Lustrosos a la resolana de la tarde, los cuerpos suben y bajan con el ritmo lento que les impone la marea. Al fondo, desde los barcos, algunos marinos los miran con aburrimiento. Los turistas, refresco en mano, sal en las pupilas, tampoco dejan de observarlos.

―Una moneda, pariente, una moneda ―piden a gritos los tritones.

Alguien hurga en sus bolsillos y les arroja un cobre inservible. Los niños saltan como carpas ansiosas (y el salto sólo dura un destello). Quien obtiene el metal lo arroja de vuelta con resentimiento.

Un hombre rubio y grueso, acaso hastiado de lo fútil de los bienes terrenos, se quita con trabajos un anillo y al grito de “tenga amigou” lo lanza apresuradamente al rincón de mar, mientras a él se aproxima con un vaso de helado una mujer más rubia y más robusta, para tomarlo del brazo y murmurarle alguna miel en lengua de piratas.

Ágil, uno de los niños captura el regalo antes de sumergirse en el agua sucia. Todos los turistas clavan los ojos en el sitio exacto donde el pequeño se ha perdido. Esperan uno, dos, tres minutos... Cuatro. Unos a otros se miran con angustia, alguien indignado insulta al extranjero. De pronto, cuando ya algunos valientes están a punto de arrojarse al salvamento, asoma el torso del niño. Lleva en brazos el cuerpo de una muchacha que observa el mundo con ojos de asombro. Sus pechos duros apuntan hacia el hombre rubio. La muchacha le sonríe. El gordo agradece el regalo mientras la mujer del helado se aleja furiosa y balbuceando “fucking, mexican women... mexican mermaids”.

El día se acaba. Felices, los niños hacen una caravana y se despiden. La gente aplaude mientras los mira alejarse mar adentro, agitando sus negras colas de pez.
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Incluida originalmente en mi libro Episodios célebres (Instituto Mexiquense de Cultura, Toluca, 2006), esta "Imagen del puerto" ahora forma parte de Yo no canto, Ulises, Cuento. La sirena en el microrrelato mexicano (Fósforo-Conarte Nuevo León, México, 2008) una muy amena compilación de textos sirénicos reunida y prologada por el buen Javier Perucho, buscador de raros y coleccionista de cabezas jíbaras. Precedidos por Homero y el almirante Cristóbal Colón, aparecen en esas páginas, entre otros nombres los de Alfonso Reyes, Julio Torri, Augusto Monterroso, Edmundo Valadés, Salvador Elizondo, José de la Colina, Héctor Carreto, Guillermo Samperio, Mónica Lavín, Armando González Torres, Marcial Fernández, Silvia Eugenia Castillero y Amaranta Caballero.


miércoles, noviembre 05, 2008

Pies de prensa

Obama contra reloj

¿Podrá Superobama salvar al mundo? Naaa

Escuché por primera vez el nombre de Barack Obama hace apenas dos años, en un pasillo de la FIL de Guadalajara, de boca de mi compadre Raúl Carrillo Arciniega, académico del College of Charleston, en Carolina del sur, que en aquella ocasión se encontraba en la capital jaliscience para presentar una antología del poeta andaluz Jenaro Talens de la que yo fungí como editor en la UNAM. Esa vez, le plantee a mi amigo la posibilidad de que, en un par de años, una mujer, la senadora demócrata Hillary Clinton, resultara electa presidenta de los Estados Unidos. Raúl me confirmó que la ex primera dama era una figura muy fuerte dentro de su partido, que gozaba de muchas simpatías entre los demócratas "tradicionales" y que tenía una alta probabilidad de ser nominada candidata a la presidencia, sin embargo, me advirtió, "hay un negro que está empezando a mover a la gente y con el que las minorías se identifican. Es un senador de Illinois que se llama Barack Obama. Se está volviendo fuerte y quién sabe, en una de esas le gana la candidatura a Hillary". Debo confesar que en esos días mis prejuicios me hicieron desechar inmediatamente la suposición de mi otrora condiscípulo universitario: podía creer que un ciudadano estadounidense de color (negro, como dirían Les Luthiers) con un nombre afromusulmán, albergara entre sus aspiraciones dirigir al país más poderoso del mundo (a fin de cuentas, ya antes el reverendo Jesee Jackson había aspirado, si bien de una manera digamos simbólica, a lo mismo). Mis dudas estaban enfocadas, más bien, hacia la sociedad estadounidense, históricamente racista, sectaria y supremacista: soberbia, pues. Simplemente creía imposible que un desconocido mestizo afroamericano con un nombre que ya llevaba incluido el estigma de terrorista mahometano (estigma inútil para sus rivales, que más de una vez trataron de atacarlo por ahí y que el senador hawaiano fue capaz de revertir a su favor, al apelar al carácter multiétnico y pluricultural de su nación) pudiera ganarse las simpatías de un pueblo como el de los Estados Unidos, tan creyente del predominio de la blancura.

Todos mis presentimientos fueron desmentidos ayer, en una jornada electoral histórica (positivamente histórica, habría que decir) en la que los votantes de todas las razas, credos y edades (si bien, en un hecho inaudito, mayoritariamente jóvenes), se volcaron a manifestar su hartazgo de ocho años de un régimen del miedo que les dejará un país sumido en la zozobra económica y política, aislado del mundo y con un liderazgo cuestionado y, por ende, mermado en "el concierto de las naciones".

Lo menos que puede decirse es que resultó emocionante ver por televisión los festejos que anoche recorrieron los Estados Unidos de costa a costa, como emocionante fue el discurso de Obama en el que sin distingo de razas, credos, preferencias sexuales ni políticas ofreció ser el presidente de todos los americanos (estadounidenses, se entiende). Pero eso fue anoche y hoy ya es otro día: el notable carisma de Barack Hussein Obama, su mesura, su agudeza discursiva, su inteligencia aparente (porque uno nunca sabe), no resolverán por sí solos los graves problemas que enfrenta su país y, con él, el mundo entero. Obama llegará a la presidencia de los Estados Unidos con el incómodo disfraz de mesías y ya sabemos los riesgos que eso conlleva. El próximo 20 de enero el ahora presidente electo recibirá un país económicamente devastado, con una población deprimida y angustiada a la que deberá ofrecer soluciones no sólo prontas sino radicales. Las circunstancias históricas obligarán al presidente Obama a dar un golpe de timón y, como también lo sabemos, los virajes bruscos provocan inestabilidad y llevan implícito el altísimo riesgo de una volcadura. Los resultados inmediatos pueden no ser todo lo buenos que sus votantes esperan, y en ese sentido las decepciones pueden ser también mayúsculas. Por el bien de Obama, por el de su país y por el del mundo entero espero que no sea así.


El secretario que cayó del cielo

(Cartón de José Hernández)

Ahora que ha muerto en condiciones lo mismo intrigantes que inquietantes, lo menos que podría decirse del paso fugaz de Juan Camilo Mouriño por la Secretaría de Gobernación es que su gestión errática siempre fue puesta en entredicho, tanto así que en la última semana su estancia en el palacio de Covián parecía haberse vuelto insostenible. El mediodía del pasado viernes 31 de octubre, por ejemplo, en los noticieros radiofónicos de la Ciudad de México comenzó a difundirse la especie de que la renuncia (ese eufemismo con que la política define el despido) del secretario de Gobernación era cuestión de horas, a lo mucho de días. A los cuestionamientos iniciales sobre su origen extranjero (jugaba de cachirul, como quien dice) y las corruptelas y el tráfico de influencias ejercidas por el ex secretario desde sus juveniles años de legislador para beneficiar los negocios familiares, en las últimas semanas se sumaron una investigación sobre lavado de dinero emprendida desde España contra su padre y la amenaza del Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI) de hacer público el expediente Mouriño, así como también algunas versiones que lo ligaban con el caso de los espías del narco infiltrados en la SIEDO.

Con el sospechoso giro trágico que tomó ayer (lamentable si pensamos lo mismo en los huérfanos que deja el joven padre que en las consecuencias que el avionazo pueda traer al deteriorado entorno nacional), el caso se cerrará como un capítulo más de la impunidad imperante en nuestro país y ya, por obra y gracia de la alquimia del discurso político, Juan Camilo Mouriño ha dejado de ser un político en la mira de los medios y la opinión pública para convertirse, según palabras de su amigo y valedor Felipe Calderón, en un mexicano ejemplar "cuyo talento, tacto y capacidad estratégica y de diálogo permitió que el país avanzara en muchas reformas". Uno más de nuestros mártires de la mentira, pues.