LITERATURA Y AGUA


La especie humana tiene una larga historia sobre la tierra, pero vaya paradoja, quizás nuestro origen, nuestra infancia en el mundo esté en el agua. Allí—dicen los que saben—está nuestro vientre materno, de allí salimos y un día dejamos ese líquido amniótico y pisamos la tierra y nos afincamos en ella. Pero no cortamos ese cordón umbilical y nos establecimos casi siempre cerca del agua. Sería impensable el desarrollo de las grandes civilizaciones humanas sin la presencia de ella. ¿Qué sería de la Mesopotamia y sus múltiples pueblos sin el Tigris y el Éufrates, de Egipto sin el Nilo, del Al-Andalus sin el Guadalquivir, de Cartago sin el Mediterráneo, de la India sin el Ganges, y tantos más?


Ya uno de los primeros filósofos griegos, Tales (640 a. C.), nacido en una de esas islitas periféricas que baña el Egeo, en Mileto, afirmó que el origen (arjé) de todo está en el agua. Esta afirmación la fundamentó en su observación de que el agua es el elemento primordial para la vida.


La literatura como nuestra vida, tiene una larga relación con el agua; y los pueblos desde sus primeras manifestaciones artísticas le han otorgado un espacio central en sus mitos y leyendas. En la mitología es frecuente la relación que existe entre el agua y la mujer, como dadora de vida. También el agua en estas historias aparece como purificadora, regeneradora, aunque a veces también es un sitio de muerte. Los espíritus que habitan en el agua suelen ser benignos en algunos casos y malignos en otros.


En el libro sagrado de los mayas, el Popol Vuh, en un comienzo sólo existían el cielo y el agua (mar), luego el dios Huracán dispuso la creación de la tierra y esta pujó desde el mar. La primacía del agua también aparece en una leyenda nigeriana que tiene como personajes al sol, la luna, su novia y el agua, estos vivían sin problemas en la tierra. El sol le reclamó al agua que lo visitara ya que él siempre la visitaba. El agua le pidió que construyera un lugar muy grande pues ella tenía muchos amigos. El sol y la luna así lo hicieron y cuando el agua los visitó inundó todo y para no morir ahogados buscaron ambos refugio en el cielo.


No debemos olvidar que las ninfas, esas deidades femeninas griegas, estaban generalmente ligadas al agua. Había ninfas en los mares y también en los ríos, lagos y fuentes. También las sirenas son seres acuáticos que subyugan a los marinos con sus cantos irresistibles, como el célebre pasaje que cuenta Homero en su Odisea. Ya olvidaba que Afrodita, la diosa del amor entre los griegos y romanos, nació del agua.


A veces también el fondo de los lagos o de los ríos es la morada de diosas malignas que mediante la seducción de su figura atrae a los hombres que pasan por sus riberas. En muchos casos, y relacionada con tradiciones celtas y nórdicas, estos lugares con agua ocultan en su fondo el mismísimo infierno.


La literatura y el agua tienen un largo fluir en nuestra historia. Navegaremos por ellas.

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