martes, 27 de mayo de 2008

LA CARTA QUE NUNCA ENVIÉ

No sé dónde estás... y esta carta la escribo,
no por ti, no por lo que eres Tal vez... por el pasado...
tal vez, por las cálidas y sosegadas horas
que tu locura o capricho
me hayan regalado... Y si digo locura... no pienso en tu cabeza
frágil, transmutable y voluptuosa,
sólo pienso en los instantes
en que de infernal pasión
parecía tu corazón entregarse,
como deshojando uno a uno,
los pétalos de una rosa. O tal vez escribo para mí...
escribo para mi corazón, escribo para mi alma...
o escribo para mis sentimientos
que alguna compensación han de tener
por haberlos feriado a cambio
de vanidad y sufrimiento. ¿Qué quieres que te diga?
¿Que te quise como mujer, como un fantasma o como mi amante?
Como mujer Dios te premió
con todos los encantos terrenales;
como fantasma, vagas por la vida,
y tu vida vaga como un fantasma...
y como amante medrosa y sin mañana.
¡Qué dolor decirlo, pero mi alma fue, para ti, demasiado grande! ¿Sabes lo que es el alma?
¿Sabes dónde se aprende a vibrar, a gozar y a sufrir
con el dolor, la alegría y la esperanza?
¿No lo sabes? Pero ¿acaso crees que existen pasajes o tratados donde te enseñen
a amar como hasta ahora nunca has amado?
¿Crees que conociendo a Sócrates, Platón o Aristóteles
tu alma se te ensanche y pueda cimbrar
como la mía te lo ha mostrado?
Yo te digo que no. Cosas como éstas, sólo se aprenden en las entrañas
de la madre que nos concibió
y mi madre me dió una esencia tan desaforada que para amarte
¡Mucha alma me sobró! Perdóname por esta carta,
aunque sé que nunca la enviaré. Primero porque no sé... dónde estás
y segundo, porque después de amarte tanto,
el alma que te escribe no te quiere ofender.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Quisiera comentar algo a este pensamiento, ... pero al mismo tiempo, .... no tengo nada que decir...