Esta obra de Miguel Ángel ha sido calificada como gigantesca, de cumbre universal del arte. La naturalidad que irradian los personajes desnudos de esta galería de colosos, es algo inédito en su época; naturalidad que no excluye nada la tensión dramática ni la fuerza espiritual desbordante.
Miguel Ángel dividió artificiosamente la gran superficie mediante arcos figurados y cornisas en perspectiva, a mitad de la bóveda. Del mismo modo, formó un cuadriculado arquitectónico que separa las composiciones. Las de los espacios centrales representan escenas de los primeros días del linaje humano. Primero se encuentra la Creación: Dios separando la luz de la tinieblas; Dios animando con su gesto la figura de Adán; Dios crando a Eva del cuerpo de Adán dormido. Sigue la escena doble del Pecado y la expulsión del Paraíso, el Diluvio y el milagro de la serpiente de Moisés. Estos plafones se dividen por arcos y animando esta arquitectura figurada aparecen unos jóvenes desnudos apoyados en pedestales. Más abajo se ven entre los arcos, alternándose, las sibilas y los profetas, como representación suprema de la raza humana.
Miguel Ángel cuenta en un soneto los trabajos que pasó en la inmensa labor:
«La barba arriba y el cogote siento
sobre el tablado, el pecho ya es de arpía;
y el pincel en la cara, todavía,
va goteando un rico pavimento…»