Imaginemos un fotovídeo de minuto y medio: una cinta de regalo, muy recta, blanca, pura e iluminada, empieza a rizarse por la acción de unas tijeras rojas y doradas, nadie sabe ni cómo ni porqué, hasta tener un lazo parecido a un montón de cables muy, muy curvados.
Si cambiamos la duración por 150 años y la cinta blanca por el Renacimiento, en vez de un fotovídeo tendremos un movimiento artístico, el Barroco, como siempre nos lo explican. El regalo -sí, señores, lo han adivinado- es la Iglesia (católica, por supuesto) y la realeza. El conjunto, algo así como la (¿primera?) manifestación de la publicidad en el siglo XVII-XVIII.
Poco a poco, el lazo sería cada vez más grande e iría cambiando cual camaleón contrastando con el fondo, el regalo y todo lo que se tercie. Su solemnidad y magnificiencia tal vez parecería residir en su parecido a una rosa (es una rosa, es una rosa, eh...). Pronto ya no sabríamos si era un lazo o una indústria siderúrgica de finales del diecinueve tras una bomba de pintura. Los terroristas, probablemente unos rebeldes reprimidos, desalentados moralmente por la sociedad y pesimistas [1].
¿Nombres? En pintura, Rubens, Velázquez, Murillo, Zurbarán... En la literatura española se alcanzó una especie de etapa de esplendor (Siglo de Oro) con la poesía lírica de Lope de Vega, Góngora, Quevedo, Calderón de la Barca...
Para conocer mejor el lazo en cuestión: 1, 2, 3, (y así sucesivamente hasta infinito).
[1] Antonio Rivero Machina, 2007 (v. 13-02-2010)
http://www.filosofia.tk/versoados/his_esp_barroco.htm (véase apartado Actitudes morales del barroco)
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