viernes, 14 de noviembre de 2008

El silencio en la espiritualidad carmelita



El silencio y la soledad son hermano y hermana que se dan la mano para ayudarse recíprocamente, de ahí que la soledad deba ir acompañada del silencio; el silencio es la actitud necesaria para acoger a Dios y a su palabra y el ambiente vital de la oración y culto divino. El hombre interior ve el tiempo de silencio como una exigencia del amor divino, y le es normalmente necesaria una cierta soledad para sentir a Dios que le habla al corazón. Como el profeta Elías no oyó la voz del Señor en la tormenta sino en la suave brisa, así el corazón del hombre espiritual debe oír la voz de Dios en el silencio.
El silencio hace posible la escucha orante de la palabra, la oración vigilante y la alabanza al Señor, nos hace sensibles, además para ver las necesidades de los demás, para valorar los carismas y las aptitudes de cada hermana, Finalmente el silencio nos educa para actuar y hablar con sabiduría, a fin de favorecer en la comunidad Un clima de paz y verdadera justicia.

En la practica del silencio nos inspiramos en el estilo de vida de Maria, hecho de escucha, de caridad y reflexión espiritual. En su silencio Maria aparece como mujer sapiente que recuerda y actualiza, interpreta y confronta a la luz del acontecimiento pascual, palabras y hechos ocurridos durante el nacimiento y la infancia del hijo, se interroga sobre el significado de palabras oscuras en la que se proyecta la sombra de la cruz y acoge el silencio de Dios con su silencio de adoración.

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