sábado, 29 de enero de 2011

Paseo con... Iker Casillas

“Ya no hace falta que preguntes por lo que más me gusta, sin ninguna duda es estar con los amigos”


Son las 11:07h para ser exactos, llego tarde como de costumbre. Hace 7 minutos que habíamos quedado en el banco junto al estanque del Parque el Retiro. En realidad el corazón me va a mil, ¿se habrá acordado de que habíamos quedado? De repente, oigo que alguien entona una canción demasiado cerca de mí, a mis espaldas. La letra dice así “Y que caro es el tiempo…”, entonces escucho una carcajada, es él, estoy segura. Me giro y efectivamente Iker Casillas me saluda dándome dos besos. Casi al mismo tiempo me susurra al oído confesándome que es una de sus canciones favoritas, escritas por un gran amigo suyo, el cantante de El Canto del Loco. Mientras damos una vuelta por el Parque del Retiro, contemplando las maravillosas vistas, me preparo para avasallarlo a preguntas. “¿Crees que ha aportado algo tu forma de jugar a la manera como los porteros conciben la portería?” Justo antes de responder, vemos entre dos árboles a un grupo de niños dándole patadas a un balón. “Pienso que soy una referencia para los jóvenes. A mí me hace mucha ilusión cuando voy a un parque y escucho a los chavales pronunciar mi nombre. Además, creo que parte de mi forma de jugar puede calar. Soy un portero tranquilo, que afronta la portería sin euforias,” contesta. ¿Tranquilo? ¡Que va! se me escapa irónicamente, llevamos casi una hora juntos y tan solo me ha dado tiempo a formularle esa pregunta. Seguimos caminando, algunas personas se le quedan mirando y, finalmente, lo saludan; otras lo avasallan con los flashes, solo algunas se atreven a pedirle autógrafos. Es entonces cuando le pregunto por su fama, si realmente cree que ha dado pie al debut de muchos otros porteros jóvenes. No sé lo que realmente piensa, está decidido, aparta a la gente como puede y contesta mientras se mete las manos en los bolsillos delanteros del pantalón: “Yo creo que sí existe algo de eso. A raíz de que se apuesta por un chaval para ocupar la portería de un equipo grande, la puerta parece que se abre más para los jóvenes. Mi etapa coincidió con la Ley Bosman, que creo que fue un “globo” que se hinchó demasiado rápido y con igual rapidez se ha deshinchado. Estamos en un momento en el que los ojos se han vuelto hacia el producto nacional…”. Entre tanto paseo, me han entrado ganas de comer. Le pregunto si le apetece que vayamos a comer algo, él accede encantado. De camino hacia un bar de tapas me confiesa que su plato favorito son los huevos fritos con patatas. Nota en mi cara la sorpresa y esta vez es él quien me formula la pregunta “¿Qué te sorprende tanto?”. Entonces me echo a reír, le contesto con un “no sé… supongo que la situación”. Se le ve cómodo. Entramos en el local y nos sentamos en un sitio apartado en el fondo, una sintonía roquera se hace cada vez más intensa a nuestro lado. Me pide disculpas y saca un móvil de última generación: “¿Qué pasa Bichi?” (…) “No ahora no puedo que estoy en medio de una entrevista”. (…) “Vale, luego te llamo y veremos qué hacemos esta noche. Cuídate”. Le aguanto la mirada con una sonrisa, se da cuenta de que quiero información y responde con un contundente “ya no hace falta que preguntes por lo que más me gusta, sin ninguna duda es estar con los amigos”. Es entonces cuando nos traen la bebida, dos Coca-Colas que alzamos al aire para brindar por un 2011 igual o mejor que el 2010.

ALMUERZO CON... AMANCIO SÁNCHEZ

ALMUERZO CON... AMANCIO SÁNCHEZ

Sobrevolar las dunas del Sáhara es todo un privilegio”


Cuando le pregunto a qué se dedica, contesta: “A viajar en globo”. “No es raro que te sorprenda, reconozco que es una profesión poco habitual”, añade medio riendo. Advierto en su amplia y sincera sonrisa que es un tipo franco, transparente y que cuenta lo que realmente siente.

Amancio Sánchez, 47 años, nació por esas cosas de la vida en Bellver de Cerdanya, pero ha vivido siempre en Blanes y es un enamorado de nuestra población, aunque creo que él se considera un amante del mundo. Fundó hace ya unos cuantos años el “Mediterrani” y anteriormente el conocido “Nou Wiener”, bares musicales, punto de encuentro de toda una generación.

“¿Qué te parece si nos sentamos en la terracita del Bacchio?”, me pregunta mientras paseamos. “Me gusta saludar a la gente”, añade finalmente, y deduzco que no es casualidad que sea alguien popular y querido por aquí.

Recuerdo de muy niño esos encuentros en casa de unos amigos de toda la vida de mis padres donde conocí a Amancio, ese colega que desprendía un espíritu aventurero. Él pide una cerveza y yo un refresco. La vierte con profesionalidad en el vaso mientras me explica que son muchos años detrás de una barra, millones de bebidas servidas encajando siempre manos y abrazos con ese optimismo natural que le define como persona. “Me gané bien la vida durante un tiempo no sin gran esfuerzo con los pubs pero tú ya sabes que soy culo de mal asiento y necesitaba volar más alto. Descubrí la indescriptible experiencia de volar en globo un poco por casualidad y, poco a poco, me atrapó, hasta el punto de que decidí dedicarme plenamente a ello”.

Me cuenta entusiasmado las miles de horas volando, sobrevolando no sólo Catalunya, sino fuera de nuestras fronteras. Uno de sus primeros viajes al extranjero fue a Marruecos. Él y seis globos más estuvieron sobrevolando durante seis días ese exótico país. Uno de sus mayores retos, no exento de peligrosidad ni apta para todo el mundo, fue el vuelo sobre las dunas del desierto de Erg Chebbi. “Sobrevolar las dunas del Sáhara es todo un privilegio” comenta en un tono entre orgulloso y satisfecho. Pero sigue hablando y veo que la lista es mayor de lo que yo creía: Perú, México, Portugal, Bolivia, Colombia... Enmudece unos instantes y le pregunto: ¿En qué piensas, Amancio? Vuelve a sonreír si es que en algún momento ha dejado de hacerlo y mirándome a los ojos que le brillan ahora más que nunca, me responde: “ Martín, ya le conoces, verdad? “.Claro, pienso yo, su primer hijo que nació hace poco más de tres meses, lleva parte de ese último país en sus genes. La compañera de su vida , Adriana, le ayudó a completar ese último proyecto, entre vuelo y vuelo.

Le imagino feliz entre las nubes pilotando su globo...

Almuerzo con... Mario García Goldero “Cuando sales por la puerta de tu casa, no sabes lo que puede pasar esa noche”

Son las diez y media de la mañana. Llego media hora tarde. Espero que no se haya aburrido mucho o, de lo contrario, mi entrada en la cafetería será un tanto incómoda. Conozco bien a mi padre y sé que es de esas personas a las que no les gusta esperar. Me recibe con una sonrisa, pero, a pesar de ello, sé que le ha molestado que no haya sido puntual.

Este hombre de 47 años tiene ya cierta experiencia sobre su oficio. Ha dedicado gran parte de su vida a este trabajo, que le apasiona y le motiva. Y es que ser policía no es fácil, o por lo menos, así lo veo yo. A pesar de llevar toda la vida viviendo en Blanes, ha dedicado sus últimos 27 años a formar parte del cuerpo de policía de Lloret de Mar.

Le hago la primera pregunta mientas le traen un café. “Mi trabajo consiste en vigilar y controlar el tránsito, la seguridad ciudadana, ayudar a la gente, hacer que se cumplan las leyes… entre otras cosas”, me contesta. Al finalizar la respuesta, abre un sobrecito de azúcar y lo vierte cuidadosamente en la taza.

Me explica que ese no fue su sueño desde pequeño. “Como la mayoría de los niños, yo quería ser astronauta, pero con el paso del tiempo, te das cuenta de que eso nunca va a ocurrir”, me dice mientras toma un pequeño sorbo. Al dejar la taza en el platito, se le derrama un poco de café en la mesa.

Mientras toma otro sorbo, me preparo la siguiente pregunta. Cuando veo que ha acabado, le pregunto si su trabajo es arriesgado, incluso hasta el punto de poder jugarse la vida. “Cuando sales por la puerta de tu casa para ir a trabajar, te viene a la cabeza que no sabes lo que puede pasar esa noche; por eso nunca se me olvida darle un beso a mi mujer y a mis hijos y, de esta manera, me siento más seguro”, me dice. Puedo notar en su voz que lo dice sin miedo alguno. Se nota que le apasiona su trabajo y no lo dejaría por nada. Esta vez, toma un sorbo muy largo.

Me interesa saber si en su primer día de trabajo estuvo nervioso, así que se lo pregunto. “El primer día parecía un niño con un juguete nuevo: el uniforme, la gorra; la gente me preguntaba, me miraba… Pero no tuve nervios; me sentía realmente bien”, me contesta mientras mira a una anciana que entra por la puerta. Veía magia en sus ojos. Se nota que le gusta ayudar a la gente que lo necesita; se lo veo en su mirada.

Toma un profundo sorbo del café. Veo que deja la taza vacía en el platito. “Me gustaría seguir con mi trabajo hasta que mi cuerpo no pueda más”, me contesta con cierto tono de tristeza. Para animarle, le digo que aún le quedan muchos años de trabajo, que él es joven.

Paga la cuenta y nos vamos. Seguramente se va a poner el uniforme, ya que su turno empieza en unas horas. Le deseo lo mejor.

Disfruta de tu trabajo


Rafael Luna Díaz, 21 de enero del 2011

Había quedado con mi entrevistado a las 20:30, pero las dificultades de aparcamiento en el barrio en el que vivía habían hecho que llegáramos, mi madre y yo, un cuarto de hora tarde. Picamos al timbre de su piso, y Francis, el bombero, nos abrió muy gratamente. Nos abrió la puerta su mujer y nos saludó, a la vez que nos daba dos besos a cada uno. Tenía una casa muy acogedora y sencilla. Nuestro bombero estaba tumbado en el sofá, pues recién había salido del hospital en el que estaba ingresado por una operación de vejiga. “Estoy recuperándome, y aún no puedo andar del todo bien”, me contestó a la pregunta de cómo se encontraba. Le había pedido cita para entrevistarle porque él, aparte de ser bombero, aspiró a ser también bombero submarinista y ese era mi tema del trabajo de investigación. Francis decidió no continuar con las pruebas de submarinista porque veía que era un oficio demasiado peligroso. Uno de sus dos hijos pequeños que estaba tumbado en el suelo y cuya presentación no habíamos notado, se levantó y le enseñó a su padre los deberes hechos y éste le dejó que jugara con sus juguetes. “Decidí hacerme bombero submarinista, porque yo ya era bombero, y tenía el título de submarinista, pues me lo había sacado hace ya mucho tiempo”, nos explicó antes de decirle a su mujer que nos preparara un café.
Estuvo 3 años estudiando y esperando a que salieran oposiciones para bombero y finalmente lo consiguió. “Los dos oficios son muy peligrosos y gratificantes a la vez, por eso siempre mi sueño ha sido el de ser bombero. Podría decirse, que me encanta la aventura”, nos explicaba mientras sus ojos risueños nos demostraban lo feliz que era en su trabajo. Era la hora de marcharnos, y tras una larga despedida, concluyó con un: “si necesitas algún otro tipo de información, ya sabes mi número. Hasta pronto”.

viernes, 28 de enero de 2011

Almuerzo con... Jordi Obré Molina

"La vida me cambió por completo"

Jaissa Obré Machado, 22 de enero de 2011


Esta mañana me he reunido con Jordi Obré en una cafetería situada en el centro de Palafolls. Jordi es un hombre de unos 50 años aproximadamente que padece una deficiencia visual. Le he citado para hablar sobre cómo le afecta la minusvalía en su día a día.
La primera impresión es que parece ser una persona muy seria y formal. La pregunta con la que inicio la conversación es en qué se diferencia su vida a la de una persona sana. Al mirarle a los ojos me doy cuenta de que tiene los parpados cansados y los ojos rojos. Me contesta “Hay muchas cosas que no puedo ver ni definir”. También me explica que depende a qué lugares tenga que ir, no puede hacerlo por sí mismo ya que no puede conducir. Va bebiendo su cortado de forma apresurada mientras se fuma un puro. “La vida me cambió por completo”. Me cuenta que era jefe de pastelería y que, a medida que iba perdiendo visión, tuvo que dejar el trabajo. Después de unos minutos hablando de nada en particular, le pregunto sobre su actual trabajo. Me afirma que trabajaba en la Once, y que eso le ayuda a llevar una vida social y a no encerrarse en casa, de hecho es el único trabajo que puede realizar.
Me da miedo preguntarle si es duro asumir su pérdida de agudeza y campo visual, pero me decido a hacerlo. De pronto, le noto una expresión tensa en el rostro. Me confiesa que su perdida es irreversible y que se ha dado con los años, que a causa de eso ha tenido tiempo para hacerse a la idea. También añade que a pesar de que no está ciego con el paso de los años lo estará. “Pensar que no podré ver a mis nietos, ni a mis hijas casarse es algo que cuesta de asimilar”, confiesa. Finalmente me intereso por su actual calidad de vida. Algo más relajado me cuenta que se siente feliz con la vida que lleva, pero que no sería lo mismo si no contará con el apoyo psicológico de su familia. En especial me señala a su mujer, ya que afirma que es ella quien la lleva a los lugares donde él solo no puede ir, es ella la que le enseña lo que con sus ojos no puede ver, y es ella la que lo acompaña a hacer cosas que solo no puede hacer. Después de un gran agradecimiento a su mujer y a su familia, nos despedimos con un apretón de manos.

Un café con...Cristina Fernández Recasens

"Tal vez la publicidad esté afectando demasiado al mundo del arte"

El aire es fresco y el viento entra en la ropa provocando largos escalofríos, y esa es la motivación del porqué nos dirigimos, la joven poeta Cristina Fernández y yo, rápidamente a un bar a compartir un cappuccino y un té verde. Un móvil como grabadora, música de fondo y empieza la entrevista.

“Yo no he escrito siempre, pero siempre he leído”, ríe respondiendo a la pregunta de si siempre le ha gustado escribir, “Mis padres siempre me cuentan que cuando era pequeña, por muy tarde que fuera, me iba a la cama y me ponía a leer, y si no leía un poco, no me dormía”. Cristina es nueva en el mundo literario, pero su pasión por los libros la llevó a estudiar el Bachillerato Humanístico en el Instituto Serrallarga a Blanes, su ciudad natal, y más tarde a publicar una antología de poemas que lleva como titulo Aprender a dibujar el viento, ganadora del Premi Rei en Jaume de poesía. En un recorrido por su pasado, Cristina recuerda que escribía en un diario. Coloca los ojos mirando en parte al vacío, que son recuerdos lejanos. “Siempre llevaba encima una libreta donde escribía. De esta época son unas libretas donde apuntaba citas. Copiadas de libros y también frases como de agenda de cuando tienes catorce o quince años”, ríe alternando con sorbos de su té.

El tiempo transcurre tranquilamente, pero Cristina hace verdaderos saltos temporales en su vida “Después fui escribiendo, escribiendo, colaborando con revistas de aquí de Blanes”. En pocas palabras, la joven poeta ha cerrado un capitulo de su vida entrando directamente en el libro de la historia. Con 25 años, recién salida de la universidad, Cristina se encontraba con muchísimos papeles, con poemas y quería hacer algo con ellos. “Y de allí llegó el viento”, dice sonriendo conectando con su antología. Al acabar su carrera, decidió ordenar esos papeles y sacar un libro, que ha sido después su primera publicación. “Estuve trabajando con textos desde 2004 a 2009 y acabé haciendo una evolución”. Cristina empieza a hablar de su obra con una especial pasión. “Como es una evolución, el libro se divide en cinco momentos…cinco estados de mi alma. El libro del viento está construido como un viaje a través de estas cinco partes”. La charla empieza a coger matices más metafóricos cerca del recurso que utilizó principalmente en su libro: el viento. “El viento es la poesía. No la puedes agarrar. Yo tenía la imagen del viento moviendo las hojas de los árboles, pero no lo ves a él”. Sin cortarse, explica cómo cuando volvió de la universidad , el primer invierno que pasó en Blanes estuvo muy sola y fue cuando escribió el libro. Por esa razón, le pareció justo presentar el libro en Blanes y hacerlo rodeada de gente. Esta presentación fue un recital en el centro cultural Els Padrets. “Era como si acabase un ciclo y estuviera lista para presentarlo a todo el mundo”. El recital fue una conjunción de pintura, con los cuadros de un amigo suyo pintor, música, acompañada por guitarra y también una trompeta, danza, que interpretó una amiga suya, y también arte multimedia con el vídeo hecho por su pareja. Todos eran amigos y ella remarca su importancia en la escritura como en la vida.

“No sé qué es exactamente inspiración. Yo cuando escribo poemas me fijo una imagen o una idea y después la trabajo desde la razón. Pero hay otros poemas que son frutos del momento”. Hemos cambiado de tema, hablamos de la inspiración que se necesita al crear obras o al programar un recital multicultural. En un intento de buscar la definición exacta Cristina la define como una disposición a trabajar una idea, sin tener vergüenza por lo escabrosa o vergonzosa que sea. El miedo al público está totalmente ausente. “No creo que alguien pueda escribir 200 poemas por inspiración. La inspiración es solo una chispa. Tiene que haber trabajo detrás”. Con tranquilidad, explica que no se tiene que tener miedo a no tener inspiración. “Lo que hay que hacer es seguir la voz que uno tiene dentro. Hay que buscarla y encontrarla”. En esta búsqueda, explica, ella a veces ha acabado visitando a otros autores.

“Espero seguir escribiendo. Pero hoy en día no es posible vivir de la escritura”. En estas pocas palabras Cristina explica cómo escribir no será el trabajo de su vida. Desafortunadamente es verdad que a día de hoy no es posible vivir del propio arte. Pregunto por proyectos y ella sonriente asegura que tiene otro, Radical, que es otra antología de poemas, esta vez en catalán, que ya ha enviado a un concurso.

La conversación se mueve ahora hacia la figura del artista y del arte actual. Según ella este es un periodo de experimentación, que abre muchas puertas y que permite muchos estilos, y le parece muy bien. Desde su punto de vista, el arte es muy libre y ella no es persona que cierra caminos. Respondiendo qué piensa sobre las formas más actuales de hacer poemas, que muchas veces no siguen rimas, ni métrica, explica que rima y métrica son herramientas. Y así como en la poesía en todos los géneros puedes experimentar, aunque, a veces, algunos experimentos no se entienden muy bien por parte del lector. “Me parece bien experimentar, a mí no me importa. Pero si haces una cosa que nadie puede leer y entender, no la publiques” dice riendo. Actualmente se publican muchos libros y ella, siempre con su sencillez, explica que el problema de los experimentos es que se publican libros que a lo mejor la humanidad no tiene las herramientas para entender o donde no hay nada que entender. “Hoy la moda está más unida a la estética, tanto en el cine como en la escritura”, explica. “Se hacen obras de arte muy bonitas, pero vacías. En ese sentido, es un mal de la época. Tal vez la publicidad esté afectando demasiado al mundo del arte”. Y revela cómo este amor a la estética crea libros a lo mejor vacíos. “Lo que sí me ha interesado de los últimos movimientos es la que se llama Metaliteratura, que es la literatura que habla de uno mismo. Es muy interesante pero ya se acaba. No tiene salidas”.”Echo de menos un libro que sea solo ficción, como Alicia en el País de las maravillas”. Una breve mirada nostálgica se presenta en su rostro.

¿Y ahora? Esa es la pregunta. ¿Qué quiere hacer ahora después de haber publicado su primera antología? Sin muchas dificultades, explica que ahora hace lo que quiere, que a lo mejor no va a volver a escribir y a lo mejor sí. Ella misma no se define como escritora. “No creo que publicar un libro te haga escritor”, dice riendo. En los últimos minutos ahondamos la imagen del artista. “Artista es quien tiene una trayectoria, un proyecto de estudio de la propia voz para hacerla evolucionar. Yo he publicado un libro pero no creo que me haga escritora. Creo que lo hace más una trayectoria”.


Almuerzo con Marta Bustamante...

"Me pareció chino y consideré que jamás iba a entenderlo!”

Laia Vancells

Eran las ocho menos cuarto cuando llegué a la cafetería donde había quedado con ella, la directora artística de la escuela de danza Onstage, (Mataró) y directora de la compañía de danza juvenil Jove Ballet de Catalunya. Pero no era eso por lo que entrevistaba a Marta Bustamante, sino por ser la única persona en España en tener la titulación en benesh, escritura en un pentagrama del movimiento humano.
Al llegar, la vi sentada en la mesa más próxima a la ventana y me senté enfrente de ella. Nos saludamos cordialmente y empecé con las preguntas. Lo primero que me interesaba saber era la edad en que empezó a estudiar ese método de notación, contestó que a los 23 años. En ese momento el camarero nos pidió la nota, yo pedí un café; ella, una infusión. Seguí con la entrevista preguntándole dónde y cómo había conseguido sacarse el título, ella respondió claramente que entró en la Real Academia de la Danza después de pasar una audición y empezó allí con el estudio. Quise saber qué la llevó a estudiar ese método tan difícil y dijo: “A los 23 años ya había estudiado todo lo que hace referencia a la danza, también me había sacado la carrera de maestra de ballet, ya tenía la titulación y quería algo más que me ayudara a aprender nuevas cosas y me introdujera más en el mundo profesional…” añadió que solo había viajado hasta allí para estudiar benesh. Le pregunté cuántas horas semanales dedicaba a ello y el tiempo que tardó en obtener el título, ella me contó que había tardado dos años: el primer año era el teórico y el segundo, el de práctica. Afirmó que el primer año fue el más duro, el de teoría, en las clases estaban desde las ocho de la mañana hasta las cuatro de la tarde más o menos y al salir de la escuela normalmente tenía siempre entre dos y tres horas de deberes. Al escuchar la respuesta, me quedé sorprendida y le pregunté sobre los exámenes. Me empezó a contar cómo eran los exámenes del primer año, que constaban de diferentes partes: tenían la parte de escritura, en que un bailarín venía y les bailaba un fragmento de un baile y tenían que anotarlo al momento y después tenían la parte del aprendizaje en que les daban una partitura de benesh y un tiempo limitado, una hora aproximadamente y debían aprenderse esa partitura y enseñarla a un bailarín.
En ese momento, llegaba el camarero con el café y la infusión, le dimos las gracias y se me ocurrió preguntarle qué impresión se llevó el primer día que empezó el curso, ella se rió y dijo entre carcajadas:“¡Me pareció chino y consideré que jamás iba a entenderlo!”
Dijo también que en su promoción eran solamente cuatro personas en el aula, porque aunque es un sistema reconocido internacionalmente es muy difícil tener un conocimiento del benesh como para dedicarte a ello. Entonces le insinué si en España también se usaba habitualmente para registrar bailes o enseñarlos, bebió de su infusión y respondió con un tono de indignación que simplemente en España no se usa, incluso ni se conoce. Desde su punto de vista, el problema es que tampoco hay compañías de clásico donde se pueda usar, así pues, todo es un pez que se muerde la cola. Aun así contó que este sistema no se usa solamente en ámbitos de la danza, sino que también lo usan en otros deportes y en terapias, como, por ejemplo, en los niños que necesitan educación especial.
Por último, le pregunté qué utilidad le dio el título de notación benesh. Para ella lo más importante es que la ayudó a entender mucho más el movimiento y lo que era la técnica, clásica sobre todo.
Le di las gracias por su tiempo y atención, nos levantamos y fuimos a pagar a la barra de la cafetería.

Almuerzo con Sílvia Paz...

"Creo que para poder dar se tiene que recibir"

Carla Garriga, 11 de Enero del 2011

Sílvia Paz, aparte de ser profesora de danza, también es monitora de Pilates. Ella describe el Pilates como “Una disciplina complementaria a muchas otras”. Ante esto ella aclara; “todo nuestro trabajo viene del centro del cuerpo”.
Hablando con Sílvia me dijo que ella se empezó a interesar por el Pilates a través de la danza. “Creo que el Pilates proporciona un espacio donde el bailarín puede ser muy consciente de su propio cuerpo y comprender mejor su funcionamiento, a la vez que compensa su musculatura y sus condiciones físicas”.
Nos encontramos en un bar pequeñito que está al lado de su casa. En ese preciso instante, nos trajeron las bebidas, una Coca-cola para ella y una Fanta para mí. Seguimos hablando y me estuvo contando en qué consistía su trabajo, también me dijo que con el Pilates se puede reeducar el cuerpo morfológicamente. “Aporta conciencia corporal y educación corporal que es muy aplicable a nuestra vida cotidiana”.
Así pues le pregunté que qué pasaba con las lesiones… “La verdad es que los médicos recomiendan cada vez más la práctica del Pilates, pero nosotros siempre trabajamos con gente que haya sufrido alguna patología con la aprobación de su médico. De hecho, dedicamos un seminario formativo a este tema, conjuntamente con una doctora de rehabilitación y proporcionando a los instructores adaptaciones de los ejercicios”.
Como no lo he dicho antes, Sílvia también trabaja en la Federación Española de Pilates, ella es la encargada, junto a su marido, de dar formación de Pilates aquí en Cataluña, para así poder ser instructor. Seguimos hablando y llegamos al punto donde le pregunté si el Pilates era una moda o no. “Sí, es una moda pero una vez pase yo creo que el interés perdurará como en el caso del Yoga y otras disciplinas”. Terminó diciéndome que el Pilates le había aportado mucho y le había servido para comprender muchas cosas del ballet clásico. Después me dijo que se tenía que ir a la escuela de danza en la que trabaja, ya que compagina los dos trabajos.

Charla con… Carme Cubarsi

“…los médicos con los que trabajo nunca desacreditan la medicina natural delante de mí…”


“Soy enfermera de vocación”, responde tras preguntarle por su profesión, mientras nos dirigimos a su despacho. Carme Cubarsi trabaja en el Centro de Atención Primaria de Blanes desde hace 25 años y es propietaria de la herboristería y dietética VITAL desde hace 16.

“¡Siéntate en el taburete, que tú eres más joven!”, bromea ofreciéndomelo para continuar la entrevista. Es una mujer amable, educada y atenta que tras dudar un segundo responde “No, no creo” cuando le pregunto si hubiera decidido dedicarse a la medicina alternativa, si cuando estudiaba se hubiera utilizado más.

Algo no muy común en su profesión, esta enfermera trabaja en las dos vertientes de la medicina; la tradicional y la natural. Opina “que el uso de una no es excluyente de la otra sino que deberían compaginarse”. Se levanta a por un vaso de agua; tiene sed. Vuelve con una botella y dos vasos. “De hecho,” continúa, “muchos de los pacientes que atiendo en el ambulatorio, los encuentro de nuevo en la tienda que acuden a por algo más natural”, “y además son bastante fieles a estas terapias”, añade con el índice levantado y una leve sonrisa en los labios. ¿Y a qué cree que es debido? “Pues… a que confían bastante en ellas, en lo que les podemos dar… y probablemente, el hecho de que ya me conocen del CAP”. Bebe un sorbo de agua mientras le pregunto por sus compañeros médicos y enfermeros. Ella, dejando el vaso en la mesa, contesta: “los médicos con los que trabajo, que me conocen y saben que tengo la tienda, nunca desacreditan la medicina natural delante de mí, porque saben que también estoy en este otro mundo”.

Carme, decidida y segura de su opinión positiva sobre la medicina natural, explica por qué los profesionales de la salud tienden a opinar en contra. Así pues, “es debido a que no les enseñan fitoterapia, y su formación se basa únicamente en la evidencia. Bueno, debo decir que algunas veces han venido pacientes a la tienda aconsejados por otros médicos y enfermeros” corrobora satisfecha. “La gente cada vez más, se convence de los beneficios de la medicina alternativa y se conciencia de los efectos negativos de la convencional”, contesta ella tras preguntarle por el aumento de la primera. Carme continúa “la gente se va mentalizando de esto e intenta tomar productos que sabe que no le alteraran su organismo y que puede tomar durante mucho tiempo sin ningún riesgo”.

“¡Claro!”, exclama cuando le pregunto el porqué del mayor uso de medicina tradicional en lugar de la alternativa si ésta no tiene efectos secundarios.

Seria y firme añade “En mi opinión, la medicina natural debería también entrar por el Seguro”. ¿Por qué? “Pues porque de este modo, la gente tendría una opción alternativa para su cuerpo, y no estaría obligada a tomar productos químicos si no tienen una economía lo suficientemente buena como para poder utilizar la alternativa. Creo que las personas tienen todo el derecho”.

En el despacho, hace un poco de frío. Mientras se levanta a por el jersey verde del colgador, afirma y aclara que “tanto en la medicina alternativa como en la tradicional, se debe creer en ella para que sea efectiva. Si estás deprimida, ya pueden atiborrarte a pastillas que si no crees en aquello que tomas… ¡no tiras!”, ejemplifica la enfermera ya con el jersey puesto.

Tras agradecerle toda su atención, llegan unos amigos que la esperan. No obstante, me ofrece que acuda a ella si necesito más ayuda. Nos despedimos y vuelvo a casa, mientras ella se queda conversando con sus compañeros.

Almuerzo con...Xavier Maresma

"Es puro sentimentalismo"


Cuando le preguntan por qué la Vespa es su hobbie, contesta: “Me fascinan y me enamoran”. Xavier Maresma aclara: “Antes no tenía nada para perder el tiempo, lo que se llaman hobbies y desde que la tengo a ella, la Vespa, me fascina más”. Él se dedica al campesinado, en el negocio familiar. Así es la vida de un joven de 23 años que reside en Blanes. Estos son algunos de los datos que me contó mientras se cortaba una tierna y crujiente cuatro quesos recién salida del horno.
“Gracias a un amigo que estaba buscando una Vespa y le acompañé a algunos encuentros de Vespa, empezó a despertar en mí una gran pasión acerca de este prestigioso escúter”, me contestó tras preguntarle acerca del nacimiento de su afición por las Vespas. Después de responder me invitó a probar un trozo de pizza que tenía en su plato, mientras yo le preguntaba si su intención era la de restaurarla o la de obtener una Vespa para ir a concentraciones. Él me contestó que había estado mucho tiempo buscando una Vespa, y que lo que él quería era restaurarla para así poder llevarla con la satisfacción de que esa moto era más suya, que si la hubiera comprado nueva. También me contestó que en un principio buscaba un tipo de Vespa diferente de la que se compró finalmente. Como preferencia tenía la Vespa Primavera o SL, pero cuando empezó a mirar modelos empezaron a gustarle más los antiguos hasta el punto de que se compró una 125 N del 1960. Entonces les pregunté si tenía nociones de mecánica. “Tengo alguna noción, claro, a mí este tema me encanta ya además también me sirve para aprender, ya que lo que hago y haré en el tema de restauración lo habré aprendido autodidácticamente”, me contestó mientras cogía una cerveza de la nevera. Después de introducir el tema mecánico, y ver que él se sentía a gusto, seguí preguntándole acerca del motor y los primeros problemas que tuvo en el proceso, a lo que me contestó: “Supongo que pagué la novatada. Porque tuve muchos problemas con el motor. Primero abrí el motor para cambiar los cojinetes y juntas, pero cuando quise cerrarlo, ahí tuve los primeros problemas porque era algo delicado y no tuve mucha paciencia. Al final gracias a unos conocidos, pude solventar el error”.
Y después de arreglarla, ¿qué? “Lo primero será ir a dar una vuelta, pero si me preguntas por el tema de los clubs, mi intención no es la de hacerme socio de ninguno, aunque tampoco lo descarto. Eso sí, lo que tengo claro es que esta moto no me la voy a vender, porque tendrá un valor, incalculable, además, es puro sentimentalismo”.

ALMUERZO CON... Francisco Ordóñez

"Estuve años trabajando y siendo dirigido, pero ahora soy yo el que dirige"


Cuando le preguntan a qué edad empezó a trabajar en la hostelería, contesta: “A los 9 años”. Al mostrarme sorprendido, añade: “Empecé a trabajar porque no me gustaba estudiar y porque desde siempre me he querido independizar de mis padres y, para ganar dinero, tenía que trabajar”. Actualmente Francisco Ordóñez es el jefe del restaurante Masía Gibert, lugar donde trabajó de camarero desde los 13 años. “Yo creo que me contrataron porque al ser joven les salía más barata mi nómina”, explica Francisco mientras se sienta en la mesa de un restaurante situado a las afueras de Blanes. “Además, mi sueldo era de 6.000 pesetas a la semana, sin contar las propinas. Por la faena que yo hacía, creo que merecía más”, añade. Hablando de propinas, ¿Antes la gente dejaba más? “Si. Eran otros tiempos y la gente no estaba en crisis”.

Viene el camarero y él pide una ensalada y carne de cordero, “desde siempre me ha gustado acompañar la carne con una ensalada”. Durante la espera de la comida habla de los horarios en el mundo de la hostelería: “nunca sabía a la hora que volvería a casa, prefiero no saberlo. Se podría decir que nunca he tenido horarios”. Afortunadamente, el primer plato, una ensalada verde, se sirve frío, porque no ha comido nada mientras explica una situación difícil que ha vivido. “Llevaba una bandeja llena de copas y se me cayeron estrepitosamente al suelo delante de todos los clientes. Entonces fingí que me había torcido el tobillo”. Entre carcajadas empieza a comer la ensalada, y aclara: “A todos nos ha pasado alguna vez, y gracias a esa situación aprendí que no debo transportar más copas de las que puedo llevar”.

Después de muchos años trabajando en Masía Gibert, ahora es el jefe. “Bueno, el anterior dueño me cogió confianza y me pidió que lo sustituyera. Si no hubiera aceptado, él habría cerrado el negocio”. Tantos años aguantando órdenes y broncas..., ¿quién le iba a decir a Francisco que sería el dueño del restaurante donde ha trabajado toda su vida? “Estuve años trabajando y siendo dirigido, pero ahora soy yo el que dirige”, afirma mientras acaba con el último bocado de cordero.

CHARLA CON... CARMEN

“Es verdad que cuido mucho a Sergio, pero él también cuida de mí”

Estoy sentada en una de las cuatro sillas que tiene Carmen en su comedor, mientras, ella se encuentra en la cocina. Ahora llega con una sonrisa, un café, una limonada, y pastas. Así pues, ya podemos empezar la entrevista.
Carmen no es un personaje conocido de nuestra sociedad. Esta entrevista no trata de sus logros profesionales, sino de los personales. Sergio, que es el hijo de Carmen, es un chico de 18 años al que le gusta jugar, reír, escuchar música, hacer deporte... Y además, tiene una discapacidad intelectual.
“Es verdad que al principio me costó asimilar que mi hijo tenía una discapacidad, y que debía ir a una escuela de educación especial ”, me dice Carmen cuando le pregunto cómo se lo tomó al enterarse de la problemática de Sergio y de su escolarización. Aun así afirma: “Era lo mejor”, y además, ahora es ella quien recomienda a los padres de niños con discapacidad intelectual que admitan la situación de su hijo y lo escolaricen lo antes posible en una escuela de educación especial. “El Ventijol, que es la escuela de educación especial a la que ha ido Sergio, ha ayudado a mi hijo en lo personal, pero no tanto en lo educativo”, se queja Carmen. Según me cuenta, Sergio ha aprendido a cepillarse los dientes, a relacionarse, a comer, a vestirse... Todo esto gracias al colegio. Por otra parte, explica que su hijo, ya con 18 años no ha aprendido a restar, sumar, leer... “Sé que Sergio podría haberlo conseguido, lo que pasa es que no insistieron lo suficiente”, me comenta. Y es que Carmen confía plenamente en las capacidades de Sergio para continuar aprendiendo.
“Caminar”, esta respuesta tan clara y concisa me da Carmen cuando le pregunto por el mayor logro conseguido por Sergio. “La vida de mi hijo no es fácil, si no pudiera andar sería mucho más complicada”, así me argumenta su respuesta a la pregunta anterior. Para Carmen, Sergio es su vida y le dedica muchísimo tiempo, seguramente más que a ella misma. Sí, dedica todo el tiempo a su hijo, pero no está insatisfecha por ello. “Es verdad que cuido mucho a Sergio, pero él también cuida de mí. Me demuestra amor todos los días, me respeta muchísimo, es muy afectuoso, agradecido...”, me explica Carmen emocionada mientras a mí se me ponen los pelos de punta. “No descarto la posibilidad de que Sergio se independice y comparta piso con otras personas que también tengan alguna discapacidad intelectual, es más, me gustaría, creo que cualquier madre sería feliz sabiendo que su hijo puede estar bien sin depender de ella”. Esta última reflexión me demuestra la fortaleza de Carmen, una madre que ha luchado por la educación de su hijo, pero también por su felicidad.

Café con… Jaissa Obré Machado

“Es una fuente de expresión y comunicación, lo es todo para mi”




Ester Ros, 14 de Enero de 2011

Esta tarde he quedado en una cafetería del centro, con una adolescente de diecisiete años. Mi curiosidad es saber qué les preocupa a los adolescentes de hoy en día.

Al preguntarle por su nombre, me responde que se llama Jaissa Obré Machado. La veo inquieta y alegre.

Empezamos tomándonos un café, ella descafeinado, y empiezo preguntándole qué es lo que más le apasiona, automáticamente le brillan los ojos y con mucho desparpajo me responde que la música es su verdadera pasión, que no concibe su vida sin la música y que precisamente este año que está estudiando segundo de bachillerato en el instituto INS Serrallarga de Blanes, será la música el tema de su trabajo de investigación.

Me entusiasma de la manera que habla y pregunto de dónde le viene este interés por la música. Con el mismo desparpajo de hace un rato me relata que empezó con seis años a estudiar lenguaje musical, a los nueve empezó a tocar la guitarra, a los once probó con el piano y el violín, pero le gusto más el piano, y dejó las clases de violín. Las clases de piano provocaron su interés por el canto y ahora tiene la oportunidad con el trabajo de investigación de demostrar lo que le gusta: cantar, tocar y a la vez dedicar más tiempo a la música. Le gustaría dedicarse a ella el día de mañana y poder transformar su afición, en su profesión.

La música ha estado siempre presente en su vida, no puedo evitar preguntarle qué significa la música para ella. Su respuesta es simple. “Es una fuente de expresión y comunicación, lo es todo para mí”, dice sonriendo.

Saca de su bolso un mp4 con unos auriculares y me comenta sonriendo si quiero escuchar lo que ha grabado, lo que yo no sé es que me permite escuchar por primera vez una de sus creaciones. Me comenta que un amigo suyo de la escuela de música se prestó para ayudarla, a grabar una maqueta. La letra y la música son suyas, me sorprende muchísimo y le comento que si su sueño es vivir de la música, que no deje de soñar, porque lo va a conseguir.

Almuerzo con... Román

"Intento que mi música sea única, sea tocada en un piano o en un violín"

Cuando veo a Román esperándome en el bar La Paloma, en el centro de Barcelona, no puedo evitar pensar que este hombre de cuarenta y tres años es único. Es un vagabundo y su aspecto lo demuestra: zapatos rotos, un gorro viejo, una chaqueta y un jersey que le viene grande. Aun así, tengo que decir que este aspecto lo hace más sensual, o eso dicen las mujeres. Él pide un café y dos tostadas para almorzar; yo no tengo hambre, con otro café estoy más que servido.

Su día a día es muy monótono. Cuando se levanta, siempre va a la misma parada de metro de Barcelona y allí toca el violín durante horas. “Pese a que muchos se quedan mirándome muchos minutos y sus caras reflejan muchos sentimientos distintos en tan poco tiempo, poca gente me da algo de dinero en el metro”, explica, mientras devora sus dos tostadas y se toma su café caliente. De forma espontánea añade: “Normalmente, las monedas que me dan me las gasto en vino, es todo lo que pide mi cuerpo”. Es difícil pensar que delante de mí tengo a una ex promesa de la música.
“Cuando era adolescente veía que todo el mundo me admiraba por mis dotes con la música, veía improbable acabar en la calle. Sin embargo, aquí estoy”, explica, mientras se mira el plato vacío. Pide otro café. Cuando Román tenía dieciocho años empezó a ser un talento en el mundo de la música. “Tocaba muy bien el piano”, dice con una voz melancólica. La fama no tardó en llegar. Con veintitrés ya hacía multitudinarios conciertos y cobraba mucho dinero. “A pesar de toda esta fama, el alcohol y las mujeres me mataron por dentro. Todo el mundo quiere ser amigo tuyo cuando ganas mucho dinero y eres famoso. En ese momento, vives en una gran mentira”. Entre risas, acepta que se le dan bien las mujeres. De hecho, la mirada picarona de la camarera está puesta en Román desde que entramos. Para él, esto no es atípico. “A las chicas les gusta mi aspecto de bohemio. Según parece, me hace interesante”, dice entre risas. Román es un tipo divertido.

Según explica, para él la música es algo innato. “Mi padre me enseñó todo lo que sé. La música suena en mis oídos y ya está” Supongo que será por eso que Román no tiene influencias. “Intento que mi música sea única, sea tocada en un piano o en un violín”.

No sabe lo que le deparará el futuro, él vive el día a día, el presente. Dice que prefiere vivir así: sin dinero, sin fama y sin chicas que se acuesten con él por sus éxitos. “Vivo en la calle y estoy orgulloso de ello. Las personas que me quieren, lo hacen por cómo soy, no por quién soy. Y eso es importante”, dice mientras se enciende un cigarrillo. Para él, la música es una aventura, cada día puede pasar algo inesperado, distinto. Por eso prefiere tocar en la calle. “Prefiero que me escuche gente de la calle que escucha con el verdadero corazón a cuatro ricachones, que escuchan con el poder del dinero” dice Román, un músico venido a menos que no deja indiferente. Así pues, se despide de mí con una cálida sonrisa, acariciándome las manos y yéndose hasta la parada de metro más cercana para tocar un poco de música.

Charla con... Marga Riera

"El arma más poderosa, el conocimiento"

Considerándose profesora, sin pretensiones de ser maestra de nada, Marga Riera no duda ni un momento qué responder cuando le preguntan por su trabajo. Un simple gesto, con una tímida sonrisa impulsa las palabras que vendrán a continuación: “No cambiaría mi trabajo por otro, ser profesora, y además de inglés, me encanta”. Una profesional que intenta ejercer su profesión con eficiencia, dedicación y profesionalidad. Así es Marga, una mujer de solo 35 años, a la cual no se le resiste una montaña de fotocopias, ejercicios, deberes… todo lo que haga falta para tener contentos a sus alumnos. “De hecho, me dicen que soy una motivada, pero mi cualidad más importante es el entusiasmo”, responde cuando le preguntan por sus aptitudes como profesora. Quitándose un pañuelo de tono rojizo, señala un banco del Paseo del Mar. “¿Nos sentamos?”. ¿Enseñar es aprender dos veces? “No, nunca es aprender dos veces”. ¿Y entonces? No es una mujer indecisa, y sin titubear añade: “Enseñar es no dejar nunca de aprender. El día que sienta que no puedo aprender nada más, mi trabajo no tendrá ningún sentido”. Desde jovencita se decantó por la filología inglesa, porque era la carrera que unía un idioma y, a la vez, el mundo de la enseñanza. La persona sin estudios se siente incompleta… “Tenemos la posibilidad de dar a nuestros alumnos el arma más poderosa, el conocimiento. No la podemos desaprovechar”. Una gran metáfora, contundente pero verdadera. Después de beber un pequeño sorbo de agua, reconoce que tiene predilección por algún libro… “¿Un libro? La sombra del viento de Zafón; ¿Un escritor? Óscar Wilde”. Son casi 12 años los que lleva trabajando en el colegio Santa María de Blanes, y no cambiaría por nada del mundo su lugar en este. Distante y seria dentro del aula, pero cercana y con una relación muy personalizada con sus alumnos fuera de esta, se describe esta profesional de la enseñanza. ¿Alguna anécdota? Con una expresión de asombro en su rostro y, sin saber cómo expresarse, se ilusiona cuando le hacen la pregunta: “¿Una? ¡Muchas! Cada día me pasa alguna cosa en el colegio que me recuerda que vale la pena continuar siendo profesora”. No solamente trabaja sus ocho horas, sino que también imparte clases particulares en una academia, donde prepara a los más grandes para pasar ciertas pruebas que son definitivas. Con un aspecto incansable y, con muchas ganas de dedicarse de pleno a sus alumnos, no deja de reír cuando recuerda su primer día de clase: “Fue horrible, estaba muy nerviosa y tenía mucha vergüenza”. ¿Y ahora?“Ahora… ¡No son ellos quienes me asustan a mí, sino yo la que los asusto, es mi trabajo!”, bromea levantándose del banco.

Un café con... Maria Rosa Andrés

"La sonrisa, la mirada... de esa persona, lo vale todo"

María Rosa Andrés es una mujer satisfecha con su trabajo y se siente afortunada, ya que para ella es muy gratificante ayudar a otras personas, en este caso, personas con Alzheimer. "Yo siempre he dicho que es vocacional, verás… hago una faena que me gusta, y encima me pagan", añade.
Espera sentada en la estación de tren de Pineda, viste un largo abrigo verde y lleva gafas. Al verme, sonríe tímidamente, esperando una señal, un aviso. "¿Qué te parece si vamos a un bar muy cuco que conozco?", pregunta con amabilidad. Una mujer que pasa desapercibida entre la gente, pero que goza de gran sabiduría. Su voz, melódica y pausada incita a las preguntas. Trabaja como cuidadora desde hace 20 años. En este camino, ha ido aprendiendo a tratar con personas enfermas de Alzheimer. Contesta en segunda persona, intentando "enseñar" a ser una buena cuidadora, "les debes hablar con mucho cariño, pero como dicen: una de cal y otra de arena, es decir, ellos deben saber que tú eres importante y que mandas". De repente, se dirige al camarero: "Por favor, José, un cortado con leche natural". Conoce la enfermedad a la perfección, por eso cita los síntomas que ve reflejados en sus pacientes. Le encanta su trabajo, pero no desaprovecha sus momentos de intimidad, "tienes que saber desconectar, no te pueden dar pena, si lo hacen, no podrías trabajar en esto". Una mujer solidaria, amable, gentil, pero con un carácter fuerte y que hace frente a la muerte: "convivimos con la muerte, yo convivo con la muerte. A mí me da igual vestir a una persona que se acaba de morir que a una persona viva". Esto sorprende, y hace pensar: ¿No le da pena que una persona de su entorno muera?, "nunca debes extralimitarte, se ha muerto, y es así, no se puede hacer nada".
Al hablar, olvida el café ya frío que ha pedido. Para Maria Rosa, su trabajo es muy gratificante, tanto que no deja de contar anécdotas positivas, "lo más bonito es que te quieran y que veas su sonrisa cuando entras en casa. La sonrisa, la mirada… de esa persona, lo vale todo". Sonríe, sus ojos brillan, parece que vaya a llorar, "es muy bonito", añade.
De repente, acaba la entrevista, se da cuenta de que su taza de café sigue llena y de un sorbo se lo bebe. "Ya me contarás como te ha ido el trabajo". Se despide alegremente y se aleja caminando por una estrecha calle de Pineda.

CHARLA CON... ANNA RONDÓN

“Para mí, ha sido mucho más que estudios, ha sido sobrevivir, aprender… Toda una aventura”

Llego a su casa puntual, llamo al timbre y me abre la puerta. Entro, me siento y me pregunta si quiero algo para beber. Me sirve una coca-cola y un vaso, ella también se sirve otra. Hace un año que no vive en Blanes. Lleva dos días aquí. Ha venido, como cada año, para Navidad. Anna Rondón, hoy de 23 años, vive, actualmente, en Nueva York y fue su pasión por la danza la que la llevó a los EEUU.
Cuando le preguntan hasta dónde quiere llegar con la danza clásica, contesta con una gran sonrisa de oreja a oreja: “mi sueño es ser bailarina profesional”. Aunque aclara satisfecha “estoy graduada como profesora de ballet y enseño, aparte de esta disciplina, otros estilos de baile como jazz, hip-hop, moderno y bailes latinos en la escuela de artes escénicas de Queens”. Mientras, sigue formándose haciendo ballet, moderno, hip-hop, break dance, circus... ya que, según afirma, “cuantos más estilos de danza domines, más probabilidades de encontrar trabajo tendrás una vez acabados los estudios, ya que la danza no es una carrera fácil y, como en muchas otras, hay mucha competencia y pide mucho de uno mismo”. Además, cuenta antes de dar un sorbo a su vaso, “tengo un orden, primero quiero ser bailarina profesional, luego coreógrafa y por último profesora, aunque ya no lo sigo”. “¿Si el ballet es la base de cualquier otro estilo de danza? Por supuesto, el ballet es una disciplina que te enseña cómo tener control sobre tu cuerpo, elasticidad y fuerza. Debido a esta combinación, el ballet ha pasado a ser una base necesaria para cualquier modalidad de danza. En los EEUU sin conocimiento de la danza clásica es muy complicado poder dedicarse profesionalmente a cualquier otro estilo, sea cual sea. La técnica del ballet comporta muchos movimientos para los cuales el cuerpo humano no está diseñado para realizarlos”, argumenta muy segura de lo que dice. Anna explica que “ver que hay gente que paga por verte bailar, que se emociona gracias a lo que solo tú puedes transmitir es una sensación única”.
Esta es la vida de una chica de Blanes que con solo 18 años, al terminar el bachillerato, decidió irse sola a los EEUU para realizar su sueño. “Para mí, ha sido mucho más que estudios, ha sido sobrevivir, aprender… Toda una aventura”. “¿Que por qué decidí ir a los EEUU? En realidad buscaba una experiencia. Me daba mucho miedo, pero lo volvería a hacer. Una de las cosas que he prendido es que si te tomas los estudios seriamente siempre seguirás creciendo, llegarás donde quieras y aprenderás a saber dónde, cuándo y quién te podrá ayudar”. Esta experiencia le ha hecho evolucionar y ser mejor bailarina y profesora y sobre todo crecer como persona. “La danza, un sueño hecho realidad”.

Una mañana con... Olga Teira

“... el esfuerzo es lo que hace que una persona continúe recordando”

Llegué a la tienda de dietética. Al entrar, la vi sentada, acabando de escribir en un papel unos pedidos. Cuando dejó el lápiz en la mesa, me ofreció una silla y entonces empezamos a hablar.

“Entonces las mujeres de la plataforma me vinieron a buscar a mi estudio”, terminó así la primera respuesta sobre la exposición Sentiments…, que organizó la Plataforma de Dones de Blanes para concienciar a la población sobre la violencia machista. Con una sonrisa en la cara me contaba que la fotografía es lo que más le gusta, lo que más le apasiona, y como a la mayoría de los fotógrafos, no le gusta que la fotografíen.

Entre palabras y miradas me contaba lo difícil que le había costado hacer una buena exposición de fotografías para la Plataforma de Dones de Blanes. En esa exposición trabajó mucho la imaginación y aprendió mucho, me cuenta mientras se retira el mechón que se le desliza por la cara. Con los ojos brillantes, me dice que está orgullosa de haber podido trabajar con unas mujeres tan encantadoras como lo son ellas, las mujeres de la Plataforma, que no esperan nada a cambio de todo el esfuerzo que realizan.

“Al principio todo esto me daba miedo, pues no sabía casi nada del tema y solo conocía los estereotipos falsos que se han creado” me respondió con una voz temblorosa. Sonriéndome, entonces, me dijo que a László, fotógrafo colaborador de la exposición, lo conoció porqué él se interesó por su trabajo, aunque en realidad, me dijo riéndose, fue la mujer de él quien contactó con ella en el estudio de fotografía donde hacía unos años había trabajado.

Contándome alguna de las fotografías, me dijo que uno de los conceptos que más le costó trabajar fue el de la mujer sola, y el de la mujer aislada del mundo, dos conceptos que se podrían confundir dependiendo de como esté hecha la fotografía, pero ella cree que como le han quedado las fotografías de estos dos sentimientos, ya se entiende cuál es cuál, y entre risas, me contestó: “por suerte, lo que también ayuda a que cada una sea la que es, es el título que lleva debajo”. Aun así, con seriedad, me mencionó como si fuera un secreto: “les propuse que las fotografías que tomaramos no fueran tan claras, sino más simbólicas; ya que si la gente las ve y les hace pensar un poco, cuando pasa el tiempo las siguen recordando, por el contrario, si ves una fotografía y es tan sencilla y tan fácil que la interpretas en el momento en que la miras, quizá, al salir de la exposición no te acuerdes de ella, pues el esfuerzo es lo que hace que una persona continúe recordando”. Sorprendida ante sus palabras, le pregunté algo que le costó responderme: “¿cómo te inspiraste para hacer cada fotografía?”. Me contó que se inspiraba dependiendo del día, del momento, del ambiente, de lo que leyera, y que no había ningún método para ello. La mayor impresión y satisfacción que se llevó una vez finalizada la exposición, fue ver a gente llorar frente a una foto: “y es que no fue solo una persona o dos que se detenían frente a la misma fotografía y lloraban”.

Para finalizar, me comentó que en el foto forum que organizaron, se sintió muy acogida al por el público, y eso que no le gusta nada ser protagonista.

Y con una sonrisa en la cara, le di las gracias por haberme aportado tanta información. Me despedí de ella dentro de la tienda, y al salir, me sentí realmente feliz de saber todo el proceso de realización de la exposición de fotografías.

jueves, 27 de enero de 2011

Conversación con... Ralf Rabus

“Estas bacterias fueron descubiertas por unos investigadores novatos en los 90, entre los cuales me encontraba yo”


Son las doce del medio día y nos encontramos con Ralf Rabus (un investigador alemán de Química y Biología Marina de la Universidad de Oldenburgo) enfrente de la Puerta del Sol de Madrid, justamente en el Museo del Jamón. Hace mucho tiempo que no me pasó por esta zona, aproximadamente desde que está en obras. No acercamos a la puerta, vemos si está abierto y nos instalamos en una mesa con unas vistas donde podemos apreciar la Estatua del Oso y el Madroño.


Mientras esperamos nuestros pedidos, puedo apreciar cómo Ralf se queda fijamente mirando una mancha de gasolina en la carretera y de repente me comenta: “¿Ves esa mancha de allí? En esa pequeña proporción podemos encontrar una posible solución a los vertidos de crudo sobre los océanos”. En ese momento me quedo pensativo, pero de repente: “Aquí tienen los señores”. Era la camarera que nos trae los pinchos de lomo al whisky y las bebidas, una Coca-cola para mí y una tónica para nuestro invitado.

Mientras comemos, le pregunto: “¿Qué proyecto tienes entre manos?”. “Actualmente estamos trabajando muy duro para poder desarrollar una técnica de limpieza de playas a través de unas bacterias que viven en los hidrocarburos”, explica con una gran ilusión. “¿El descubrimiento de estas bacterias es nuevo o ya se sabia de su existencia?”, pregunto con un tono relativamente bajo como si se tratase de un secreto de estado. “Estas bacterias fueron descubiertas por unos investigadores novatos en los 90, entre los cuales me encontraba yo”, deja salir una gran sonrisa al ver lo lejos que había llegado desde aquel descubrimiento.

Finalmente después del tentempié en ese fantástico lugar como es el Museo del Jamón, llamé a la camarera que nos sirvió: “Por favor ¿nos podrías traer la cuenta?”. Mientras esperábamos le hago una última pregunta: “¿Cuánto tardan en comerse una cantidad determinada de crudo estas bacterias?”. Se quedó pensativo y fijó la mirada en unos jamones colgados en la pared: “Teniendo en cuenta que su proceso de reproducción es muy lento, desde unos días a meses, podemos observar que su consumo de hidrocarburos es muy lento, pero actualmente trabajamos la manera de acelerar ese proceso”. En ese momento llega la cuenta, nos levantamos los dos y nuestro investigador hace el amago de sacar la cartera, desgraciadamente fui más rápido.


Almuerzo con… Chuck Norris

¿De veras quieres saberlo?



Al tenerlo enfrente y preguntarle cómo va su jubilación él contesta: “Nada mal para mí esto es como una nueva visión del mundo”. Lo observo, parado como una estatua. Mientras yo le aludo con un sinfín de adjetivos calificativos él aclara:” No hombre, hay muchos mejores que yo”. Aunque sea una persona bastante famosa, Chuck Norris es alguien muy humilde. Siempre he escuchado que los famosos son muy humildes ante las cámaras, pero en realidad son muy ruines le comunico, entonces él asiente y dice:”Sí. He tenido varios encuentros con gente como esa y la verdad es que no estoy nada contento con alguien así”.
Entramos en el bar “La Rueda” de Blanes. Cogemos asiento, en eso que el dueño, conocido mío, nos pide que nos hagamos unas fotos. Al acabar esta pequeña sesión fotográfica, pregunto si se siente incómodo en el bar:”No, para nada, me encanta estar rodeado de gente, creo que estar envuelto de conocidos, o no, hace a la gente mucho más humana”.
Pide unas bravas y una mediana para saciar su hambre, en cambio a mí me apetece más un café con leche.
Tomando nuestro pequeño almuerzo le pregunto por su “antigua” vida, asiente y dice: lo mejor que he hecho en mi vida ha sido intentar vivir cada día como algo nuevo aunque supiera ya lo que iba a hacer desde el día anterior”. Grandes palabras que no me sorprenden al venir de una persona culta y con experiencia. Rápidamente le pregunto entusiasmado quién fue para él la persona más grande, en el sentido de buena persona: “Con toda la sinceridad del mundo fue Bruce Lee, ya fallecido. No solo era una buena persona, con su presencia ya transmitía bondad y serenidad. Sus palabras aún le ayudaban a ser mejor persona”. Finalmente pregunto con un tono nervioso, sabiendo que es una pregunta un tanto absurda si es verdad que ha matado a una persona por el simple hecho de haberlo mirado mal y en eso que él me sorprende con una cara seria y responde:” ¿De veras quieres saberlo?”.Ja, ja, es broma, hombre, eso son pamplinas inventadas por gente fanática que piensa que soy algo similar a un dios”.

miércoles, 26 de enero de 2011

Encuentro con... Mariona Riera

“Me ha gustado ver las botas que utilizáis para guardar el vino, son muy antiguas”


Mariona Riera
Vive en Lloret de Mar
Trabaja en Francia entre semana
Tiene 22 años

Cuando llegó la enóloga, me acerqué hacia ella y nos dimos dos besos, posteriormente nos dirigimos hacia la bodega y le dejé probar los vinos que yo había elaborado para mi trabajo de investigación. Después, entramos dentro de la casa de la viña de mis abuelos y nos tomamos un café con leche cada una. Estábamos en un salón pequeño con una luz tenue, también estaban mis tíos con unos amigos, pero no había casi ruido.
Del café salía humo, con lo cual las dos tardamos bastante en probarlo, ella se puso azúcar mientras yo abría mi carpeta y sacaba los folios y el lápiz. Seguidamente, me puse yo el azúcar.
No sabía cómo empezar, y supongo que ella notó mis nervios y me dijo “me ha gustado ver las botas que utilizáis para guardar el vino, son muy antiguas”. Yo sonreí y le dije que tenían muchos años y que mi abuelo era quien las reparaba cuando se picaban. A continuación, le pregunté qué problemas podían provocar las botas viejas en un sabor del vino, y ella me contestó que muchos, que las botas viejas podían dejar en el vino un gusto avinagrado o a pegamento y medio. Yo me puse a reír, y me dijo que era verdad que se llamaba así.
Le pregunté si se podía evitar de alguna manera y me dijo que lo mejor en estos casos era no utilizar botas viejas sino comprar botas de segunda mano ya que en las bodegas las utilizan muy poco y las venden a un precio muy bueno, o bien comprar bidones de acero inoxidable. Mientras ella hablaba, yo tomé el primer sorbo de café. La empezaba a notar cada vez más cómoda.
Todo eso me desordenó la entrevista un poco ya que ésas eran las últimas preguntas que quería plantearle, así que después de esto le pregunté cuántos años tenía; ella me contestó que veintidós. Yo me quedé atónita y le dije que parecía un poco mayor. Ella sonrió y me dijo que se lo solían decir.
Miró el café, lo removió y tomó otro sorbo, después le pregunté por los estudios que tenía. Me contestó que tenía un grado y que estaba haciendo la carrera de enología en Tarragona, pero que actualmente había dejado una temporada los estudios porque eran muy caros y quería aprovechar que había encontrado trabajo durante la vendimia, en Francia.
Se giró y me dijo que iba al coche a buscar un paquete de tabaco, que ahora venía. Rápidamente yo le dije que no se preocupase que yo tenía en el bolso, lo cogí y le di uno. Ni ella ni yo teníamos fuego y ella se levantó a pedir-le a mi tía el mechero. Antes de que se sentara le pregunté si el riego de la viña era beneficioso y ella me contestó que no. Entonces me empezó a contar que el riego de la viña en muchos lugares estaba prohibido, excepto si había sido un año muy seco.
Para terminar le pregunté adónde quería llegar dentro de unos años y me respondió que quería ser enóloga y que, en vez de tener que hacer lo que hace ahora, le gustaría decidir ella las pruebas que deban hacer los demás.
Le dije que necesitaba una última pregunta: ¿Cómo se podía saber la mejor variedad de cepas en cada lugar?
Antes de marcharse me contó que había un sistema muy utilizado en Francia que se llamaba “terroir” y que trata de describir el entorno vinícola.
Le di las gracias por su amabilidad por haber venido aunque sabía que estaba muy ajetreada. Nos dimos dos besos y se fue.

Almuerzo con... Laura Rabassa

“ellos me hacen sentir como en casa”

Núria Rabassa

Unas pequeñas décimas y su indudable curiosidad por las asignaturas prácticas lograron su felicidad. Así es como se siente Laura Rabassa, una estudiante de pedagogía en prácticas en la Fundación Catalana Síndrome de Down. “Es un trabajo un tanto complicado, pero al cabo del día, si analizas la labor que has hecho te llena de satisfacción y, esta es tan grande que incluso me siento extraña los días que no voy”, asegura Laura mientras pide una caña de chocolate y un café con leche. Hace solo unos meses que empezó en la fundación, y aun así, no deja de repetir que es un trabajo que le llena de satisfacción; “no porque les ayude yo, sino porque ellos me hacen sentir como en casa”. Y mientras pronuncia estas palabras, una pequeña sonrisita se asoma en su rostro. “Realmente somos como una familia, trabajamos, claro, pero también tenemos tiempo para hablar de nosotros, jugar y reírnos. Me gusta lo que hago, pero no puedo explicar por qué”, explica mientras mueve la mano derecha para coger la taza de café y dar un pequeño sorbo. Después, con la otra, coge la caña de chocolate y da un mordisco. Con solo 22 años de edad, está trabajando en un lugar con gente de más de 30. Además, recién salida del horno y con chicos discapacitados. Toda una experiencia. A pesar del poco tiempo que lleva asegura que les tiene mucho cariño y que no le supone ningún sacrificio, todo lo contrario. “Es cierto que conlleva más dificultad mantener una conversación con ellos, pero también depende del nivel de lenguaje de cada uno. Hay quien no vocaliza bien las palabras, debido a que tiene la lengua más grande y le cuesta. Otros se ayudan con signos e incluso hay quienes no saben lo que están diciendo; pueden estar hablando de algo y de repente cambiar. Todo depende de la persona. En general, sí, es bastante mas difícil.” Y con esto, da otro mordisco, más pequeño que el anterior. Dicen que las personas discapacitadas son mucho más cariñosas que las personas sin discapacidad, cosa que matifica Laura, aunque siempre con el “pero” a punto: “Yo creo que esto es un tópico”, asegura y, antes de empezar una nueva frase, toma otro sorbo de café y añade: “Es cierto que son más cariñosos, pero todo depende del día, del momento y de con quién estén. Allí, en la fundación, solo hay una persona que está todo el día abrazando. Los demás, ni se inmutan, aunque hay que corroborar que son todos muy educados. La excepción es una persona que no da ni los buenos días. Y hay otro que no abraza nunca, pero no para de saludarte y decirte “guapa”. Creo que depende de las manías de cada uno”. Y con esto, da el último mordisco a la caña de chocolate. A los pocos segundos el último trago de café y añade: “Realmente me gustaría seguir trabajando en esto, porque me gusta mucho. Nunca imaginé que hacer estas prácticas me ayudaría a darme cuenta de lo que me gusta y quiero hacer el resto de mi vida, cosa que en cuatro años de carrera no había logrado saber. Siento que este es mi lugar y que nací para esto”.

Un ratito con... Dolores Sánchez

“Parece ser que el espíritu de la Navidad ya no existe”


Faltan pocos días para que acabe el año y todo el mundo anda ajetreado por la calle buscando los últimos detalles para tener a punto todos lo necesario para estos días que se avecinan. Hay mucha gente por la calle, en los supermercados, los centros comerciales por ello decido quedarme en casa donde mi madre, vestida con ropa cómoda, prepara la cena para esta noche día 24. Dolores, que es así como se llama mi madre, siempre ha sido una mujer trabajadora pero hace unos años su vida se ha centrado en ser ama de casa. Yo aprovecho este ratito para hablar con ella sobre las fiestas y cuál es su opinión respecto a todo esta parafernalia que se organiza, año tras año, por esta época. Así que empiezo con una pregunta fácil para entrar en el tema. Indiscretamente le pregunto qué hay para cenar esta noche tan especial y ella con una sonrisa y sabiendo que no me gustan demasiado estas fechas, responde que ha preparado un pollo relleno “¡para chuparse los dedos!” Sin yo preguntar, ella me argumenta que estas fechas consisten en solo comer y comer y que, tal como están las cosas, el día uno de enero empieza la dieta. Otra excusa barata poner ese día como punto de inicio a una cosa que no vas a acabar, añade con tono burlesco y a la vez triste. Mientras ella corre de un lado a otro de la cocina, yo aprovecho para ayudarla, así que cojo un cuchillo y empiezo a pelar las patatas que acompañan al pollo. Seguidamente y sin parar un momento de moverse, le pregunto si ella encuentra lógico este consumismo impulsivo de la gente. “Yo no estoy ni a favor ni en contra solo encuentro que es normal la actitud de la gente, son fechas muy importantes y la gente quiere poner en sus platos lo mejor. Es verdad que mucha gente es muy vaga y espera hasta el último momento para hacer las compras del último día ¡Y así sí que llega a ser estresante!”, afirma y en tiempos de crisis la gente compra menos, seguro que es una mala navidad para mucha gente, “efectivamente, pero no te pienses Marta, porque mucha gente prefiere pasarlo un poco mal, pero comer bien. También es verdad que la sociedad hace mucho”, añade haciendo una mueca. Dudo a qué a que se refiere, y ella mientras corta la cebolla en juliana, añade que la sociedad es muy mala y que por aparentar que no está pasando un mal momento económico compra cosas que no puede permitirse, aunque lo esté pasando muy mal. Con el dorso de la mano se frota las lágrimas que le caen por culpa de la cebolla, a pesar de todo, sigue cortando. Dejando a un lado las apariencias, hay espíritu navideño o simplemente es todo una estafa por parte de los comerciantes para embaucar a los compradores, le pregunto con un tono afirmativo,“¡Por supuesto que no! Todo ha cambiado muchísimo, todo es tan diferente… la gente solo ve la Navidad como excusa para llenarse la panza y coger unos días de vacaciones en la oficina”. Y la familia, ¿crees que se reúne por compromiso? Sin girar la cara, pero gran sentido del humor responde que por culpa de estas son reuniones familiares se crean tantos problemas entre ellos. ¡Y creo que tiene toda la razón! Pasan los minutos, y mi madre y yo seguimos hablando del tema de la Navidad consumista, que a fin de cuentas es de lo que trata hoy en día estas fechas. ¿Los más beneficiados?, los comerciantes; ¿los que perdemos?, nosotros. Porque “parece ser que el espíritu de la Navidad ya no existe”, como afirma mi madre.

Un encuentro con... Manuel Maldonado

“Me di cuenta de que sólo tenía que hacerme preguntas realmente importantes. Eso fue como una chispa”

Nos encontramos en el Centro de Estudios Avanzados de Blanes (CEAB). Es, como siempre que nos vemos, un encuentro informal. Me hace entrar en su despacho, en un segundo piso, que ya me resulta familiar. Pasé un verano allí ayudando en las investigaciones de Manuel Maldonado junto a otros investigadores y otras chicas que hacían prácticas como yo. Nos sentamos uno al lado del otro en frente de su ordenador “Hay temporadas que haces experimentos en el mar y estás todo el día con ropa de buceo o bañador si es verano y hay otras épocas en las que tienes que pasar todos los datos que has recogido y te pasas tres meses delante del ordenador con los ojos destrozados de no moverte”, explica al ver que mi mirada se dirige a los gráficos de la pantalla. Manuel es científico especializado en esponjas marinas. Lleva más de 15 años realizando investigaciones: “Muchos libros de texto de los que utilizan para enseñar en las universidades españolas y también americanas recogen nuestros trabajos y nos citan como autores” asegura mientras me muestra uno de los libros más recientes donde lo han citado “Este libro lo utilizan ahora en universidades americanas y españolas”. Manuel muestra una seguridad al hablar de las esponjas y de todas sus investigaciones que sorprende. Parece que haya nacido para esto y prácticamente así es, ya que se pasa en el CEAB trabajando incluso hasta diez horas diarias. El investigador me responde con una sonrisa sincera al preguntarle si la vida de investigador es dura, ya que son muchas horas de trabajo: “Siempre depende del investigador. Yo no me puedo quejar porque he viajado por todo el mundo con el motivo de las esponjas y me ha ido bien”. Me enseña unas fotografías guardadas en su ordenador. En la primera aparece una isla diminuta y muy exótica que según me cuenta se sitúa en las islas Bahamas. Pasa un rato hablándome de viajes hasta que me cuenta cómo llegó a sentirse realmente científico: “Cuando empiezas a investigar te das cuenta de que hay más cosas que se tendrían que saber pero que se desconocen, pero claro, hay muchas preguntas que te puedes hacer para descubrir cosas. El momento más crucial como científico me llegó cuando me di cuenta de que sólo tenía que hacerme preguntas realmente importantes, porque las otras desgraciadamente son una pérdida de tiempo y energía. Eso fue como una chispa para mí”. Nos despedimos con dos besos y un “¡Hasta pronto!”. Volveré para terminar mi trabajo de recerca en unos días y seguiremos hablando de sus aventuras como investigador.